miércoles, 12 de marzo de 2014

CÓMO ES QUE SUCEDIÓ




Durante los primeros 25 años de mi vida, el sistema educativo SEP/UNAM, el de mi propia familia y el círculo social, me enseñaron una “Historia de México” colonizada e hispanista, muy confusa, aburrida y lejana. Los griegos, los romanos y la revolución francesa estaban más cerca de mí.
Este país surgió gracias al valor de un puñado de europeos que lucharon contra cientos de miles de aborígenes salvajes, caníbales e idólatras. Posteriormente, gracias a la presencia de piadosos religiosos, “medio se educó y civilizó a los indios”. Y por la “visión”, capacidad y trabajo de esforzados españoles se logró hacer producir la tierra y generar riqueza. El origen de “mi cultura y mi país”, según lo enseñado por el sistema, era de hombres españoles y de la cultura occidental. Y la lucha se mantenía en el esfuerzo nacional de integrar a los mexicanos que no tenían “la cultura occidental” y por tal, eran pobres y generalmente belicosos insurrectos.

Fue hasta que viví dos años en Europa, que me di cuenta de que mis raíces más profundas, mi identidad más primigenia no estaba allá. No era que fuera superior o inferior a los españoles, lo que me di cuenta es que era totalmente diferente en “lo profundo y en lo esencial”.
Me di cuenta que había vivido perdido 25 años en un “laberinto de la desolación” de no saber en realidad quién era yo. Fue entonces que regresé en la búsqueda de mi “rostro propio y corazón verdadero” y empecé a buscar “la salida del laberinto”. “Aquel por quien se vive” en su designio inescrutable me mandó a Oaxaca, donde nací espiritualmente y desde entonces he quedado atrapado por la mágica fuerza telúrica de sus generosas montañas. 
Gracias al trabajo cultural, a las vivencias con los pueblos y culturas indígenas, y desde luego, a “maestros” que me enseñaron a ver, sentir y comprender lo que la colonización no me permitía percibir de mí mismo y de “mi realidad” encontré a la Toltecáyotl. Tuve que vencer cinco siglos de ideología colonial, de mentiras infames y dolosas verdades a medias.
Descubrí entonces una increíble civilización que alcanzó grandes y profundos niveles de conocimientos a partir de una visión muy avanzada de la vida, el universo y su trascendencia en el plano espiritual. Donde el ser humano recibe la misión de colaborar con las fuerzas rectoras del universo para mantener el equilibrio y la armonía. Una civilización con objetivos muy elevados, en donde la ciencia y la espiritualidad se unen como un par de opuestos complementarios para impulsar y trascender la vida, tanto en el plano personal, familiar y comunitario.
Y aquí viene el punto. Cómo fue posible que se perdiera la continuidad cultural de más de siete milenios y medio, en tan solo cinco siglos. Qué fue lo que nos sucedió qué perdimos el camino que durante siglos nuestros venerables maestros nos enseñaron. El cual nos llevó a lograr el más alto nivel de bienestar humano para toda la población en la historia de la humanidad. Qué fue lo que nos sucedió que llegamos a estar en las miserables condiciones que hoy vivimos. Cómo es que se perdió tanta sabiduría colectiva, organización social y conciencia espiritualidad.
Fue gracias a las lecturas de visionarios como Guillermo Bonfil, Laurette Séjurné, Rubén Bonifaz Nuño y de una relectura crítica y analítica de “las fuentes históricas” y los historiadores hispanistas del sistema neocolonial, que empecé a descubrir la extraordinaria grandeza de nuestro glorioso pasado. Entendí el perverso proceso al que han sometido al pueblo para que pierda su memoria histórica y su identidad cultural y quede indefenso, amnésico y dócil, apto para cualquier injusticia y explotación.
A lo largo de estos años he tratado de encontrar la respuesta a partir de la investigación y reflexión crítica y analítica. Dejando atrás “la leyenda negra de España” y el lugar común de que “los españoles fueron los culpables”, sin menoscabo del innegable holocausto y el epistemicidio criminal que la corona española y algunos españoles hicieron en el Virreinato de la Nueva España (sin perdón y sin olvido). Pero también debemos tomar en cuenta que a partir de 1821 se ha continuado con el mismo “ejercicio del poder” por la oligarquía criolla. En esencia, nada ha cambiado en los últimos dos siglos de neo-colonialismo en “su país”. Es decir, lo mismo que se empezó a hacer en 1519 se ha mantenido hasta nuestros días a pesar de que Hernán Cortés y Malinche murieron, además de que la “corona española” desapareció y ha sido en los dos últimos siglos un triste remedo de lo que en su día fue.
Me siento comprometido a investigar y reflexionar sobre este importante tema. Por ahora, comparto un primer avance en el entendido que son las primeras reflexiones de lo que deberá ser un trabajo más profundo y compartido con los comprometidos.
Hasta ahora, por lo menos encuentro siete causas muy importantes que influyeron en el proceso de colonización y retroceso cultural, la degradación social, la pérdida de la memoria histórica y la identidad cultural de nuestros pueblos. Estas causas generales concatenadas con causas específicas de carácter regional propiciaron el que hayamos perdido la sabiduría, claridad y fuerza de nuestra civilización Madre.
El investigar y conocer los orígenes de nuestros problemas de orden cultural nos permitirá encontrar las soluciones requeridas para erradicar los males. La auto crítica es esencial para conocer las causas. Comencemos por enumerarlas y luego tratar de describirlas.
1. Antes de la invasión, la transgresión filosófica y religiosa de la Toltecáyotl en el periodo Postclásico. 2. Después de la invasión, olvidar y no defender la práctica comunitaria, familiar y personal de las bases culturales de la Toltecáyotl. 3. Las autoridades surgidas del Estado Suyuano, ante la invasión y para mantener  su poder ilegítimo se aliaron a los extranjeros invasores. 4. Las autoridades y los líderes de opinión abrazaron la cultura, lengua y religión del invasor para mantener su estatus y posición social. 5. El mal uso y el abuso que se hizo de la milenaria herencia cultural del pueblo por el absoluto respeto y la estricta obediencia a las autoridades civiles y religiosas. 6. Gran parte de los pueblos asumieron la modernidad como proyecto propio y aceptaron su rol de “colonizador-colonizado”. 7. Empezó una lucha fratricida para lograr posicionarse a cualquier precio en la nueva sociedad colonial y posteriormente neocolonial perdiéndose el valor sagrado de la Vida y la cultura comunitaria. 


1. Antes de la invasión, la transgresión filosófica y religiosa de la Toltecáyotl en el periodo Postclásico.
El mito de “La partida de Quetzalcóatl” nos habla de que después de vivir “largo tiempo” en el Anáhuac, el “conocimiento envejeció” y desapareció en una estrategia concertada desde Nicaragua hasta el Norte de Estados Unidos, dejando la promesa de la restauración o “regreso” de Quetzalcóatl, el arquetipo cultural y símbolo de la sabiduría y la espiritualidad.
En el periodo Postclásico (850 a 1521) Alfredo López Austin afirma que algunas culturas trataron infructuosamente de rehacer la hegemonía lograda por los toltecas en todo el Cem Anáhuac en el periodo Clásico, pero por las armas. Se crearon los señoríos, las disputas y las guerras. El investigador a esta degradación le llama “el Imperio Suyuano”.   
Del año 850 aproximadamente al año 1440, en que toma el poder Moctezuma Ilhuicamina, podemos apreciar un lógico decaimiento cultural ante la partida o ausencia de los Venerables Maestros y la destrucción de casi todos los centros de conocimiento llamados ahora “zonas arqueológicas” del periodo Clásico. La “condición humana” es la imperfección y la “inercia de la materia” hizo que poco a poco, se fuera decayendo en la práctica comunitaria, familiar y personal, los valores y principios de la Toltecáyotl.
Pero la ascensión al poder de Moctezuma, y sobre todo, las ideas de cambio del Cihuacóatl Tlacaélel, trajeron grandes y dramáticas transformaciones del pensamiento filosófico y religioso de la Toltecáyotl en el pueblo mexica, sus aliados y los pueblos que iban dominando. Pero este cambio no se dio en todo el Cem Anáhuac, solo fue en los dominios de la Triple Alianza que eran muy limitados, el Altiplano Central y una parte pequeña de la costa del Golfo de México en la zona cultural totonaca.
Como los mexicas iban en un periodo de expansión, pesaba sobre el futuro inmediato el final del Quinto Sol, “inminente desde la partida de Quetzalcóatl” en el 850. Así que cada 52 años llegaba la fatídica fecha de “uno caña”. Tlacaélel decidió cambiar la historia antigua del Cem Anáhuac en donde ellos aparecerán como el pueblo elegido e hicieron suyo el ancestral mito de la partida de Aztlán y la búsqueda de la “tierra prometida”. Mito fundacional, por cierto de carácter universal, que no podía encarnarlo el último pueblo en llegar al Altiplano Central.
No solo cambió las bases espirituales de la Toltecáyotl, sino “bajó” de nivel a Quetzalcóatl y subió en su lugar a su numen tutelar Huitzilopochtli, vinculándolo como “par de opuestos complementarios” con Tláloc. Ordenó la destrucción de los códices antiguos toltecas. La Batalla Florida de carácter personal la cambió por una guerra permanente contra sus vecinos para someterlos e imponerles fuertes tributos. El sistema de educación se transformó en escuelas militares. La sociedad y la religión se militarizaron. Se empezó a usar el cacao como instrumento de cambio y se desarrolló el comercio. Se empezó a usar la propiedad privada a partir de logros militares y riqueza de los pochtecas.
El sacrificio interno espiritual se cambió por el sacrifico de seres humanos tomados prisioneros en las “batallas floridas mexicas”. La propuesta ideológica de Tlacaélel resultó grotesca pero efectiva…temporalmente. Los mexicas se asumieron como “El Pueblo del Sol” y se abrogaron el “sostenimiento” del Quinto Sol a partir de los sacrificios humanos. Asegurando larga vida a la Triple Alianza y al mundo donde ésta se expandía. Pero eso solo fue en un limitado espacio, no en todo el Cem Anáhuac y sobre todo, fue por un periodo muy corto de tiempo. La expansión del imperio duró de 1440 a 1521, es decir, tan solo 81 años.
Primero el discurso de los conquistadores y después el discurso de la oligarquía criolla en el periodo neocolonial, han querido generalizar las practicas decadentes mexicas a todos las culturas y la milenaria historia del Cem Anáhuac, lo cual es totalmente falso. También pretender hacer creer que “eran super poderosos”, falso. Que hacían miles de sacrificios humanos, falso. Que eran politeístas, falso. Que tenían sojuzgados a todos los pueblos y culturas del Cem Anáhuac, falso. Que eran un pueblo esclavizador, falso. Que eran caníbales, falso.
Existen respetables corrientes de pensamiento que niegan categóricamente los sacrificios humanos de los mexicas. “No se puede tapar el Sol con un dedo”.  El ser humano en todos los lugares y en todos los tiempos ha hecho y sigue haciendo sacrificios humanos, no solo los mexicas. En esos en la península ibérica también se hacían, solo que se les llamaba “autos de fe” y hoy se siguen haciendo, solo que se llaman “daños colaterales” de la guerra y de la economía. En el México contemporáneo, según la UNICEF mueren cientos de niños diariamente por problemas generados por la miseria.
De no conocer y entender la decadencia y transgresión de la Toltecáyotl en el Cem Anáhuac. Decadencia, en los más de cinco siglos (850-1440), desde la partida de Quetzalcóatl del Anáhuac a la expansión de la Triple Alianza. Transgresión, desde el ascenso al poder de Moctezuma Ilhuicamina a la caída de Tenochtitlán. No se puede entender la conquista. No es posible que solo 850 europeos hayan podido vencer a varios cientos de miles anahuacas. Los hechos militares estuvieron a cargo de los anahuacas en los dos bandos. Las intrigas, las mentiras y las discordias creadas entre los pueblos estuvieron a cargo de Malinche y Hernán Cortés, justamente por la transgresión a la Toltecáyotl y la sustitución religiosa-filosófica de Huitzilopochtli por Quetzalcóatl.
Si los mexicas no hubieran transgredido la religión y la Toltecáyotl, como los mayas, los europeos no habían podido conquistar tan fácilmente el Cem Anáhuac y no hubieran aceptado la religión y la cultura del invasor-conquistador-colonizador. La resistencia cultural sería más fuerte de lo que ha sido. Resistencia cultural como la que han mantenido los pueblos mayas, oaxaqueños, huicholes, yaquis, tarahumaras, mayos, por citar algunos ejemplos.
Se puede observar en el actual mosaico cultural de México, que los pueblos que aceptaron el cambio religioso-filosófico de Quetzalcóatl por Huitzilopochtli, especialmente los nahuas del Altiplano Central, fueron los pueblos que aceptaron más fácilmente el cambio religioso cultural de la cristianización-modernidad. 
2. Después de la invasión, abrazar la nueva cultura y religión. Aceptando las nuevas leyes, autoridades e instituciones, olvidando la práctica comunitaria, familiar y personal de las bases culturales de la Toltecáyotl.
Asesorado eficientemente por Malinche, que fue una mujer preparada y muy ambiciosa, Hernán Cortés se asume y se presenta como el “capitán de Quetzalcóatl”, diciendo que había sido enviado del otro lado del mar por Quetzalcóatl, (a quien asocia perversamente con el rey de España), para rectificar las desviaciones filosóficas-religiosas que había implantado Tlacaélel. Que Quetzalcóatl tenía un poderoso reinado del otro lado del mar, por dónde se había ido y que estaba preocupado por lo que sucedía en el Anáhuac.
Como el año de 1519 era en el calendario del Anáhuac la fatídica fecha de la profecía del regreso de Quetzalcóatl y como, desde las costas del Golfo se tenía seguimiento de los avistamientos de las dos expediciones anteriores, la de Francisco Hernández de Córdoba en 1517 y la de Juan de Grijalva en 1518, la Triple Alianza estaba al tanto de las aproximaciones de los europeos y estaba preocupada por el cumplimiento de la profecía, en tanto, se sabía transgresores del legado filosófico-religioso-cultural de la Toltecáyotl.
Cortés logra urdir su trama de engaños a través de la valiosa información que le proporcionó Malinche (Malinalli Tenépatl), quien fue entregada por el tlatoani de Tabscoob (Tabasco) ante su derrota en Centla con los españoles. Malinche tenía como lengua Madre el náhuatl y aprendió la lengua maya cuando fue parte de un botín de guerra entre los derrotados nahuas de Xicalango y los vencedores mayas de Potonchán.
Malinche sabía hablar náhuatl y maya, y se comunicaba en esta última lengua con Gerónimo de Aguilar, quien naufragó en 1511 en las costas de Quintana Roo y vivó entre los mayas de Chetumal hasta 1519 –en que fue rescatado por la gente de Cortés-, donde aprendió a hablar la lengua maya. Esta serie de “circunstancias favorables” para armar y recrear las mentiras con las que Cortés pudo “penetrar” en los Altépetl nahuas del Altiplano Central, sin ser rechazado, como si lo hicieron los mayas que no transgredieron la Toltecáyotl, o ser combatido hasta el exterminio como les pasó a otros conquistadores en América, fue por la valiosa y estratégica información que Malinche les brindó a los invasores-conquistadores.
De modo que los aventureros y “rescatadores de oro” se asumieron con el líder de la expedición, como “los enviados de Quetzalcóatl”. En los “usos y costumbres” milenarios de la Toltecáyotl en el Cem Anáhuac, los enviados o embajadores eran tratados con mucho respeto y consideración, además de que “la palabra” era profundamente respetada. Cortés manejó hábilmente la información que Malinche le fue proporcionado, dado que inmediatamente Malinche aprendió la lengua castellana.
Al principio, los totonacas de Cempoala y después los nahuas de Tlaxcala se aliaron a los “enviados de Quetzalcóatl”, no solo porque fueran los enemigos de la Triple Alianza, sino fundamentalmente porque sabían de la transgresión filosófica-religiosa y la profecía del regreso de Quetzalcóatl.
Este punto es muy importante para entender “el momento histórico” que se vivía en el Anáhuac. No fue, como afirman los historiadores hispanistas y neocoloniales, que la conquista fue “un hecho de armas” europeas contra anahuacas, donde la pólvora, el caballo, el acero y el valor de los europeos, determinaron la victoria.
Fue en cambio un cisma filosófico-religioso que venía desde la partida de Quetzalcóatl a mediados del Siglo IX y las transgresiones ordenadas por Tlacaélel al sobreponer a Huitzilopochtli por encima de Quetzalcóatl en la creación de la ideología mixtico, materialista, guerrera de la Triple Alianza, las que fueron usadas hábil y perversamente por Cortés.
Posteriormente vino el apoyo fundamental y decisivo que recibieron del texcocano Ixtlilxóchitl, quien había sido desposeído del Altépetl de Texcoco por Moctezuma, ya que Nezahualpilli (hijo de Netzahualcóyotl), decidió antes de morir, que lo sucedería su hijo Ixtlilxóchitl. Moctezuma cabildea e impone a su sobrino (hijo también de Nezahualpilli y un hermana de Moctezuma). Texcoco se divide y  Ixtlilxóchitl entra en conflicto con Moctezuma y antes de que Cortés llegue a la Ciudad de Tenochtitlán se le presenta con trescientos mil guerreros para luchar en contra de Moctezuma.
El verdadero comandante en jefe de todos los aliados anahuacas de Cortés fue Ixtlilxóchitl. Cortés no podía comandar los ejércitos porque no hablaba y no entendía la lengua y menos “los usos y costumbres” militares del Anáhuac. Ixtlilxóchitl ha sido “borrado” literalmente de la historia hispanista de la conquista, pero él fue el que lideró las batallas, convocó a los pueblos del Altiplano a sumarse a su causa y puso el ejemplo a los demás tlatoanis de convertirse a la fe cristiana. A tal punto que, amenazó de muerte a Yacotzin, su propia madre, porque ella no aceptaba bautizarse y españolizarse.
Lo que sucedió en Texcoco entre Cortés, Ixtlilxóchitl, Yacotzin y los texcocanos, es un excelente ejemplo de lo que posteriormente se repetirá en todo el Cem Anáhuac. Ixtlilxóchitl se pone al servicio de  Cortés y lo invita a Texcoco, lo agasaja con un banquete, le pide que lo bauticen y ordena que decenas de miles de texcocanos se bauticen y como su madre, quien había sido la esposa de Nezahualpilli, le  respondió a su hijo “que debía de haber perdido el juicio, pues tan presto se había dejado vencer de unos pocos bárbaros como eran los cristianos”, la amenaza de muerte de no acceder.
El punto es que por ambición o por creer en que los extranjeros eran los enviados de Quetzalcóatl, los tlatoanis y los pueblos se empezaron a aliar a los invasores en contra de sus hermanos. La verdadera conquista del Cem Anáhuac comienza apenas el 13 de agosto de 1521 con la caída de Tenochtitlán y ha seguido sistemáticamente hasta nuestros días. Siempre con la ayuda a los extranjeros por parte de “los malinches” y las autoridades.
Abandonamos nuestra milenaria cultura por creer que el regreso de Quetzalcóatl se ha cumplido. Año tras año, siglo tras siglo, “el ala y la cola”, el pueblo, vive con la esperanza inconsciente del regreso de la Quetzalcóatl y su sabiduría La Toltecáyotl. Esta visión nos ha hecho creer una y otra vez en los sucesivos conquistadores disfrazados de iluminados redentores que han ido llegando a nuestras tierras. Desde la cristianización hasta la globalización, siempre ha sido lo mismo. Desde los misioneros hasta los inversionistas, la historia se repite por no conocerla y comprenderla.



3. Las autoridades surgidas del Estado Suyuano, ante la invasión y para mantener  su poder ilegítimo se aliaron a los extranjeros invasores.
Ante el sisma religioso, filosófico y político que crean las mentiras de Cortés asumiéndose como el embajador de Quetzalcóatl y los temores de la Triple Alianza por las transgresiones hechas a La Toltecáyotl. Y dado que Cortés fue avanzando a través de las debilidades y rencillas de los pueblos del Altiplano, pero sobre todo, que se presentó como embajador y no como conquistador. Las autoridades de la Triple Alianza, hasta la Matanza del Templo Mayor, siempre lo consideraron diplomático, y como tal, así lo trataron. 
Al interior de las autoridades del Altiplano las contradicciones e indecisiones pululaban como el polen en primavera.  Las altas autoridades civiles y religiosas de los Altépetl sabían que se había trasgredido La Toltecáyotl, tanto los aliados como los dominados por la Triple Alianza. Unos consideraban la posibilidad de enmendar el error y creían que al hacerlo, Cortés y sus hombres regresarían por donde habían llegado. Esta idea fue la que finalmente venció en el Tlatócan.
Se ha querido pintar a Moctezuma como un hombre pusilánime y cobarde, totalmente falso. Era un valiente y experto guerrero ya que era seleccionado por sus mejores cualidades por el Tlatócan, no era un puesto que se heredaba. Pero también era devoto de la advocación filosófica religiosa de Quetzalcóatl. Pero sobre todo, se le pone como “un rey europeo" que tomaba decisiones personales y no es cierto. Moctezuma “mandaba obedeciendo” al Tlatócan o Consejo Supremo de la Triple Alianza. Las decisiones se tomaban de manera colegiada.  Y este es el punto.
Los errores con los invasores europeos desde que se bajaron de sus navíos fue el creerlos enviados de Quetzalcóatl, darles un trato de embajadores, obsequiarles, alimentarlos, avituallarlos y servirlos. Primero las autoridades de Cempoal, Tlaxcala y Texcoco, y después todos los demás, hasta nuestros días.
Se necesita “entender el momento histórico” y el periodo de decadencia cultural que se vivía en el Anáhuac. Los temores de la profecía, la incertidumbre de la verdad sobre Cortés, el desgaste del rito a Huitzilopochtli. Las atrocidades que aterraban y horrorizaban  a los anahuacas a través de las matanzas, como la de la ciudad santa de Cholula, los brutales aperreamientos y la facilidad para asesinar. Pero sobre todo, el brutal choque humano de una cultura de la guerra, el robo, la mentira y el abuso, contra una cultura humanista y espiritual, -aunque en un periodo de decadencia, en especial la Triple Alianza-. Esto no se ha querido ver y comprender por los “mitos de conquista”. Pero los españoles venían con el sistema de “terrorismo de Estado” a través de horrorosas matanzas, herencia de la “Guerra de Reconquista” y de la Edad Media.
Pero lo más importante y decisivo, poco tomado en cuenta y dimensionado en toda su magnitud por los historiadores hispanistas, fue la indescriptible catástrofe que representó la viruela para las personas, las familias y los pueblos. En efecto, la enfermedad que trajeron al Cem Anáhuac los españoles resultó la primera guerra bacteriológica del planeta. La mortandad, la incapacidad para curarla y su total desconocimiento, de una civilización que manejó por siglos una eficiente ciencia médica, hicieron de la viruela la destrucción física y emocional de la sociedad. Se pensó que era un castigo divino por la trasgresión a la enseñanza y religión de Quetzalcóatl.
Ante este caos religioso, ideológico y mortandad, muchas de las autoridades, primero en el Altiplano Central y después de 1521, en todo el Cem Anáhuac, decidieron unirse al bando de “Cortés-Quetzalcóatl” y se sumaron a la invasión, luchando contra pueblos y culturas que resistieron y sieguen resistiendo la agresión hasta nuestros días.   
Vale la pena, para concluir este apartado, recordad la figura y la posición de Xicoténcatl Axayacatzin, el guerrero tlaxcalteca que desde el primer momento vio a Cortés y los españoles como peligrosos invasores. Los combatió y se opuso a la alianza con el invasor pero el Tlatócan de Tlaxcala decidió hacer la alianza, y Xicoténcatl tuvo que obedecer, pero no colaboró en la guerra contra los mexicas por lo cual Cortés lo mandó ahorcar. Xicoténcatl el ejemplo del guerrero del Anáhuac, como Gonzalo Guerrero, Cuitláhuac, Cuauhtémoc, Morelos, Mina, Guerrero y Zapata. 

4. Las autoridades y los líderes de opinión anahuacas, abrazaron la cultura, lengua y religión del invasor para mantener su estatus y su posición social.
Ante el momento histórico que se vivía, especialmente en el Altiplano Central, los pueblos de todo el Cem Anáhuac (desde Nicaragua hasta el Norte de E.U.), estaban enterados del desplome de la Triple Alianza y la catástrofe humanitaria que vivían los pueblos nahuas del Altiplano por la epidemia del sarampión.
La cultura guerrera del Estado Suyuano (periodo Postclásico) tenía como “uso y costumbre”, que en las guerras de expansión, el vencido se incorporaba como “socio-aliado” del vencedor (como Alemania con la OTAN). Esta modalidad fue la que hizo que la Triple Alianza se expandiera y creciera en poder cuantitativo y cualitativo de manera muy rápida.
Cuando los mexicas y sus pocos aliados fueron vencidos por los ejércitos comandados por Ixtlilxóchitl al servicio de Cortés, los propios mexicas se pusieron a las órdenes de Cortés, y ellos mismos participaron en la conquista del Cem Anáhuac para beneficio del nuevo orden religioso, filosófico, cultural, económico y político encabezado por Cortés.
Debe decirse lo que han callado los historiadores hispanistas, Cortés llegó a tener tanto poder, -en hombres a sus órdenes como en metales preciosos-, que en su momento acarició la idea de convertirse en rey del Anáhuac, razón por la cual la corona le entabló un Juicio de Residencia (igual que a Colón), para someterlo y subordinarlo al imperio español.
En este “fin del Quinto Sol”, que debe entenderse como un colapso cultural, provocado y manipulado por Cortés, quien siendo asesorado por Malinche, logró crear primero, un caos y el derrumbe del Estado Suyuano mexica, y posteriormente, siguió con los demás pueblos y territorios del Cem Anáhuac. Poco a poco fue sumando aliados-vencidos o aliados-convencidos, que tanto por la derrota militar como por una “estrategia de sobrevivencia” se aliaron con los nuevos detentadores del poder.
Para entender este punto, es necesario recordar la famosa reunión a la que fueron convocados por Moctezuma todos los tlatoanis de los Altépetl, aliados y tributarios de la Triple Alianza, en la cual Moctezuma, delante de Cortés, les anuncia a que a partir de ese momento la nueva autoridad es “el embajador de Quetzalcóatl” y que así como él, todos los demás, obedecerán y servirán en lo que les mande Cortés. Esa fue la entrega de la Triple Alianza a Cortés (2ª Carta de Relación. E. Purrua. pp. 59). Al terminar la reunión Cortés le dijo a Moctezuma que, como “el rey de España-Quetzalcóatl” necesitaba oro, mandara a su gente y que él mandaría también a españoles, a que fueran a los Altépetl de los tlatoanis a pedirles el oro requerido.
Lo cual no sucedió por la llegada a Veracruz de 1500 hombres al mando de Narváez, enviados por Velázquez, el gobernador de Cuba, para tomar preso a Cortés por haber salido prófugo de Cuba, ya que se había descubierto que planeaba traicionarlo –como sucedió-, y que se “apropiaría” de la expedición que “legalmente” le correspondía a Velázquez y sus asociados. De modo que Cortés dejó “el proyecto” de ir a “rescatar oro” para después, y se dicó a comprar a los hombres que enviaba Velázquez para fingir una lucha en la que él salía victorioso.
Aquí es necesario aclarar la mentira sistemática de los “historiadores hispanistas” de que Cortés tenía un ejército con soldados, falso. Los ejércitos modernos se iniciaron en Europa hasta el Siglo XVII, en ese momento solo existían “tercios”, que eran asesinos y ladrones al mando de un “capitán”. No tenían cadena de mando, uniformes, armas reglamentarias, etc., eran simples mercenarios dirigidos por un líder al que llamaban “capitán”.
Cortés no era “hombre de armas”, era más un leguleyo que había sido expulsado de la Universidad de Salamanca por el bajo desempeño académico (no terminó).  No traía soldados, sino mercenarios que habían sido contratados por los inversionistas  de la expedición para “rescatar oro”, o inversionistas que personalmente participaban, solos o con esclavos y subalternos. A esta gente se le llamó “capitán”, pero tampoco eran “hombres de armas” como los verdaderos capitanes de los tercios que existían en Europa.
La invasión de España a los pueblos del continente Ixachillan (nombre en lengua náhuatl), desde Colón hasta la última expedición, fue producto de la iniciativa privada de inversionistas y aventureros. La corona nuca financió las expediciones (ni el primer viaje de Colón, lo de “las joyas de la reina” es solo otro más de los mitos hispanistas”). La corona solo otorgaba permisos para “rescatar oro o fundar” a cambio del 20% de lo robado, a lo que llamaron con eufemismo “el quinto real”.
La historia hispanista nos ha hecho suponer que Cortés era un “capitán”, que traía un ejército con soldados, mandos, uniformes, insignias, banderas  y que dependía de la corona española, totalmente falso. Los viajes de Colón, como todas las expediciones españolas fueron financiados por inversionistas. La conquista de América fue una EMPRESA PRIVADA, la colonización en cambio fue un acto imperial.
Eran un conjunto de inversionistas y una padilla de aventureros que no eran militares, no venían enviados por la corona, solo tres sabían leer y escribir. Lo único que los “uniformaba” era su codicia, ser ladrones y asesinos, además de estar permanentemente en luchas internas por el poder y el despojo de lo robado. A tal punto, que en su momento trataron de matar a Cortés, quien tuvo que traer una “guardia personal” para protegerlo de sus propios compinches.
Al término de la Batalla de Tenochtitlán Cortés envía a un puñado de españoles con miles de “aliados y vencidos” anahuacas a “visitar” es los tlatoanis de los Altépetl en busca del oro. Así es como comenzó la verdadera conquista del Cem Anáhuac. La dirigieron un puñado de españoles que más o menos obedecían a Cortés, -entre sus traiciones y luchas de poder-, y decenas de miles de guerreros tlaxcaltecas, texcocanos, mexicas, xochimilcas, etc. El caso de la traición a Cortés por Cristóbal de Olid es el ejemplo clásico de las relaciones entre los mercenarios.
Así como relatamos como Ixtlilxóchitl se pasó voluntariamente al bando de Cortés, así mismo lo hicieron muchos Tlatoanis en todo el Cem Anáhuac. Para no perder el poder en sus Altépetl y mantener sus privilegios y canonjías, aceptaron, no solo sumarse a los españoles, sino aceptar su religión, su idioma, su cultura y mantenerse en el “nuevo orden” como autoridad. 
Esto fue hecho por convicción, como el caso referido de Ixtlilxóchitl o por simulación, como el caso tlatoani zapoteco de Tehuantepec, Cocijopij, quién no solo se convirtió a la religión católica y fue bautizado, sino para demostrar su devoción religiosa a los españoles, pagó de su propio patrimonio la construcción del templo y convento de Santo Domingo de Guzmán en Tehuantepec, pero siguió en su casa profesando la religión ancestral, hasta que fue descubierto por la Santa Inquisición.     
Debe recordarse que, a lo largo de toda la Colonia, el número de españoles o peninsulares fue muy bajo. En el censo de 1800 se reportan 15 mil peninsulares en el Virreinato. Por lo que en las primeras tres décadas después de la caída de Tenochtitlán, muchos tlatoanis se mantuvieron en el poder en el nuevo orden colonial y fueron desplazados poco a poco, conforme los peninsulares, los criollos y hasta los mestizos empezaron a ocupar los puestos de autoridad, especialmente en los lugares más alejados e inaccesibles de la Ciudad de México y ciudades del interior del virreinato.
Esta “conversión” de las autoridades resultó ser un factor muy importante en la conversión de los anahuacas “del ala y la cola”, es decir, de los masehuales que veían como la clase dirigente abrazaba la cultura y religión de los invasores. Se transformaban y trataban, no solo  de hablar, vestir y comer, igual que los conquistadores-colonizadores, sino que empezaron a asumir sus valores y principios como propios.
En efecto, la propiedad privada, el comercio, el consumo de alcohol y los productos “de castilla”, así como la explotación de los masehuales, fue el nuevo orden al que se “adaptaron” y comenzaron a jugar el papel de “colonizados-colonizadores”, es decir, aceptar sumisamente la explotación del colonizador, pero en la primera oportunidad, jugar el papel de feroz colonizador con aquellos que están más abajo en la escala social del sistema colonial.
Esta práctica viciosa y perversa nos ha hecho mucho daño. Ha permitido la formación de una cultura “mestiza” de abuso y violencia. Una cultura de la ilegalidad, la corrupción y la simulación. Una sociedad de “vencedores y vencidos”. De “chingones y chingados” hasta en el más mínimo espacio, acabando con nuestra cultura de respeto, solidaridad y fraternidad.


5. El mal uso y el abuso que se hizo de la milenaria herencia cultural del pueblo por el absoluto respeto y la estricta obediencia a las autoridades civiles y religiosas.
La civilización del Cem Anáhuac, desde Nicaragua hasta el Norte de E.U. y durante más de tres mil quinientos años, mantuvieron su desarrollo humano a través de los valores como el del “servicio a la comunidad, el respeto a la autoridad, el trabajo disciplinado por  la comunidad, la solidaridad y la espiritualidad a través de las prácticas religiosas”.
Esto se logró inculcar en sucesivas generaciones a través del sistema educativo. En efecto, el primer sistema de educación, obligatorio, público y gratuito se desarrolló en el Cem Anáhuac, mucho antes de que existiera la cultura griega. El primer sistema de educación pública en Europa surgió en Italia hasta 1596.
Las escuelas, el telpochcalli, ilpochcalli y el calmécac, entre otras, a través de la pedagogía tolteca inculcaron en la niñez y adolescencia anahuaca los siete valores de la educación tolteca: responsabilidad, disciplina, respeto, el desarrollo de la atención-concentración-abstracción, trabajo en equipo, comunicación oral-pictográfica y conciencia comunitaria.
Gracias a estos valores y principios no solo se formaron los individuos, las familias y los Altépetl, sino se pudo lograr los grandes proyectos espirituales esculpidos en la materia a través de cientos de años, como es el caso de lo que hoy conocemos como “la zona arqueológica de Monte Albán, en Oaxaca”, en donde a lo largo de 1350 años, de generación en generación, de manera sistemática y continua, se construyó en una montaña a 400 metros de altura un centro de estudios e investigación. Pero existen cientos de estos maravillosos recintos en lo que hoy es México.
Estos inconmensurables esfuerzos humanos, se pudieron lograr gracias a que los Viejos Abuelos poseían sistemas muy avanzados y decantados en los renglones de: “alimentación, salud, educación y organización”, que son conocidos como la Pirámide de Desarrollo Humano del Anáhuac y que estaba muy interiorizada en todas y cada una de las diversas culturas existentes en el Cem Anáhuac.
Para 1519 la ciudad más grande del mundo era Tenochtitlán. Los conquistadores calcularon que había entre 60 y 120 mil hogares. Suponiendo familias de siete integrantes la ciudad debió contar entre 420 y 840 mil habitantes. Se calcula que la extensión de la ciudad era de 10 km cuadrados. Poseía los logros y adelantos de una ciudad moderna. Agua potable, drenajes, calles, calzadas, canales, todos perfectamente orientados hacia los cuatro puntos cardinales. Había escuelas, bibliotecas, museos, zoológico, templos, mercados, edificios administrativos, casas oficiales, etc.
La vida en el “tollan” era ordenada y muy organizada. Los anahuacas tenemos una tradición milenaria de vivir en ciudades. La convivencia urbana está sustentada en la responsabilidad compartida por la comunidad y el respeto al derecho del vecino.  A través del Huey Calpulli, el calpulli urbano o el calpulli rural, nuestros antepasados, por muchas generaciones aprendieron que la obediencia a la autoridad (la que manda obedeciendo), el trabajo comunitario (del bien común), la participación en las actividades comunitarias debían ser rigurosamente acatadas y desarrolladas con disciplina y responsabilidad.
Este pueblo educado, responsable y respetuoso, que obedecía a sus autoridades civiles y religiosas con ejemplar pasión y devoción, propio de una sociedad civilizada, avanzada, madura y consciente. Porque la dualidad más importante del “bien común” es, “el gobierno y la organización comunitaria”.  Esta patrimonio cultural fue en principio, brutalmente usado por los conquistadores y posteriormente, echado a perder por los abusos, despojos e injusticias de los colonizadores que los explotaron casi hasta su extinción. En 1519 se calcula que en lo que hoy es México, existían 25 millones de personas y cien años después quedaban un millón de anahuacas. México no volvió a tener 25 millones de habitantes hasta la década de los años cuarenta del siglo XX.
En el “banco genético de información cultural”, los pueblos anahuacas tienen como principio el irrestricto respeto a las autoridades civiles y religiosas, además de su organización comunitaria. De esta herencia cultural producto de 3500 años de civilización, los conquistadores y colonizadores primero, y neo colonizadores después, abusaron y abusan hasta la saciedad.
Este abuso ha producido, a través del tiempo, un rechazo a la autoridad, la legalidad y las instituciones del “Estado que les es ajeno” y generalmente está en contra de sus intereses. Ha aprendido dolorosamente estos cinco siglos  que el gobierno, la ley y el policía de la esquina, están para explotarlo. El “México de los criollos y solamente para los criollos” lo ha excluido históricamente de la toma de decisiones y de los beneficios. Solo lo ha usado para sus luchas armadas y políticas.
Sabe, por dolorosa experiencia, que “este país” no le pertenece. De modo que no lo cuida, no lo preserva, porque sabe que todo es rapiña. Por lo mismo, los extranjeros y los criollos, tampoco lo procuran. México es para hacerse rico, -como Cortés y Malinche- lo más rápido posible, sin la menor inversión y a cualquier costo humano y ambiental. Esta es la razón como en estos cinco siglos se ha ido convirtiendo en un páramo desolado. De poseer el 75% de la biodiversidad del planeta en 1519 y tener un pueblo educado, hoy en día está ante una catástrofe social y ambiental.  
En el marco de la Teoría del Control Cultural de “lo propio y lo ajeno” del Dr. Guillermo Bonfil, podríamos suponer que en “el espacio cultural, comunitario y familiar”, las culturas anahuacas respetan estrictamente a las autoridades y las leyes no escritas propias. Y en el espacio de lo ajeno, el anahuaca rechaza y corrompe a las leyes e instituciones coloniales y neo coloniales. Lo que produce una sociedad esquizofrénica, en permanente estado de tensión y sumamente explosiva.  
Una sociedad indisciplinada, corrupta, violenta, indolente e inconsciente es lo que se ha producido en estos cinco siglos de colonización, modernidad, eurocentrismo y epistemicidio. El anahuaca sabe que no le pertenece este país. Lo intuye o dolorosamente lo ha aprendido en el desolado paramo de la injusticia, en la represión, el abuso y el despojo.



6. Gran parte de los pueblos asumieron la modernidad como proyecto propio y aceptaron su rol de “colonizador-colonizado”.
A partir de 1521 las leyes, las autoridades y las instituciones impuestas por la corona española fueron de carácter “colonial”. Es decir, estaban diseñadas para la explotación de la mano de obra anahuaca y la depredación de sus recursos naturales en favor de los extranjeros y el reino de España. La Colonia no cayó como un telón después de la toma de Tenochtitlán. La implantación del sistema colonial ha sido un proceso de cinco siglos, muy complejo, lento y profundo. No solo por la ocupación extranjera, en los tres primeros siglos por parte de los españoles y de 1821 a la fecha, en el periodo neocolonial, por europeos y emigrantes del Medio Oriente.
Sino fundamentalmente, por la “interiorización” de la cultura colonial en la mente y el corazón de los propios anahuacas. Ha sido un fenómeno de largo plazo, debido entre otras cosas a la lucha de resistencia cultural de los pueblos y culturas del Anáhuac, como también por la orografía e incomunicación que existió durante muchos siglos en diversas regiones del territorio.
El debate entre “lo propio y lo ajeno” (Guillermo Bonfil Batalla. 1991.), entre “la tradición (Toltecáyotl) y la modernidad (europeización)”, se ha ido dando desde el 13 de agosto de 1521 hasta nuestros días. La conquista prosigue y la colonia sigue lacerando. El “espíritu de Cortés-Malinche” sigue vivo en muchos mexicanos modernos que, independientemente de que sean “indígenas”, mestizos o criollos, a la menor oportunidad en el ejercicio del poder despiertan estos pavorosos espíritus malignos en pleno siglo XXI. 
Desgraciadamente, en los últimos cuarenta años hemos perdido gran parte de la identidad anahuaca que mantuvieron los “jóvenes abuelos” a lo largo de 450 años de vigorosa lucha y heroica resistencia cultural.
El Anáhuac ha perdido, en las últimas cuatro décadas, mucho de su sabiduría ancestral en el campo del conocimiento culinario, de la salud, de las lenguas, de la agricultura, la arquitectura e ingeniería tradicional, “la tradición y el costumbre”; pero sobre todo, de los valores y principios de la Toltecáyotl al interior de las personas, las familias y las comunidades. Hemos perdido un universo de conocimientos, actitudes y sentimientos, que nos daban “un rostro propio y un corazón verdadero” a cada comunidad de este país desde hace miles de años.
La “modernidad” ha tomado mucha fuerza a partir de la migración a E.U., a los medios masivos de comunicación, al sistema educativo TELEVISA/SEP, a la ampliación de mercados de las empresas transnacionales que han llegado a todos los rincones del país, despertando la voracidad consumidora, la esquizofrenia cultural y la dislocación social. La modernidad nos ha condenado a la auto ignorancia, la comodidad y el abandono.
Pero este cambio de tradición por modernidad comenzó desde 1519. Los tlatoanis y los Altépetl que se pasaron al bando de Cortés, fueron los primeros “modernizadores del Anáhuac”.  En el periodo colonial “lo moderno” (como ahora lo entendemos), era lo cristiano, la lengua del conquistador, los productos que se conocían como “de castilla”. Lo “tradicional” (como ahora lo entendemos) era la permanencia a la cultura Madre basada en los principios y valores de la Toltecáyotl. Los anahuacas que vivían más cerca del círculo social de los peninsulares, criollos y mestizos, eran los que trataban de “modernizarse” para tomar mejores posiciones en la sociedad novohispana.
El rol de “colonizador-colonizado” ha sido aceptado por una parte de los anahuacas, especialmente los que se asumen como “mestizos”, tanto individualmente como de manera comunitaria. En efecto, existen muchas poblaciones que “no se asumen como indígenas”. Su mestizaje está sustentado en el individualismo, el consumismo y el pragmatismo. En contra parte, las personas que se asumen como “indígenas” son “comunitarias, solidarias y tradicionales”.
El “colonizado-colonizador” desde el principio ha sido “emprendedor con aspiraciones”. Progresa y asciende en la escala social. Acepta sumisamente la explotación, la exclusión y el abuso de aquellos que él cree superiores. Pero de la misma forma, explota, oprime y abusa despiadadamente de aquellos que él piensa que son inferiores. Rechaza su fenotipo y pretende parecerse a los colonizadores, se tiñe el cabello de rubio, le pone nombres anglosajones a sus hijos, viste “a la moda” y consume mercancía pirata para simular marcas que no están a su alcance económico.
La modernidad y su calidad de colonizadores-colonizados los ha dejado indefensos, vulnerables, frágiles. Sin memoria histórica, sin identidad cultural, sin tradiciones y costumbres, sin lengua Madre. Exaltando lo ajeno y despreciando lo propio. Permanentemente despreciados por su colonizadores y despreciando al mismo tiempo sus hermanos. Perdidos en “el laberinto de la soledad”.

7. En la Colonia empezó una lucha fratricida para lograr posicionarse a cualquier precio en la nueva sociedad colonial y posteriormente neocolonial perdiéndose el valor sagrado de la Vida y la cultura comunitaria. 
Es interesante como desde los primeros años de la Colonia existieron grupos que trataron de transformarse en “conquistados-conquistadores”. Un ejemplo muy claro es que los guerreros anahuacas que formaron los contingentes militares que apoyaron a los españoles durante la batalla por Tenochtitlán, posteriormente siguieron sobre los demás Altépetl, pero con los “usos y costumbres” de las guerras europeas, es decir, el asesinato del adversario, el saqueo de sus bienes y la destrucción de las comunidades. Cosa que generalmente no se hacía antes de la invasión europea, donde la guerra tenía un sentido divino y sagrado, aunque transgredido.
Existen muy bien documentados, cantidades inmensas de “juicios” entre propios indígenas que al asumir la “cultura española-moderna-individualista-pragmática”, entraron en conflictos económicos y mercantiles entre ellos mismos. Otro tipo de juicios eran los de comunidades en defensa de sus tierras en contra de españoles, criollos, mestizos e “indígenas colonizadores” (“para que la cuña apriete”).
El individualismo, la modernidad, la colonización, ha producido una sociedad “caníbal”, corrupta y cínica, desde las bases mismas del pueblo que ha perdido la cultura Madre. En general se perdió en las ciudades y grandes poblaciones los valores ancestrales de la Toltecáyotl, sin embargo, es lo común encontrar en lugares apartados a indígenas y mestizos, como caciques de “orca y cuchillo”.
La modernidad ha ido venciendo a la tradición.  Sumado a esto, desde Cortés hasta el último grupo que se ha apoderado de la presidencia, el poder es producto de un acto ilícito, y si “extraordinariamente” llega a ser legal, el ejercicio de la autoridad y el poder es inmoral por la estructura del mismo sistema colonial, como el caso de Fox.
En efecto, existe un vacío abismal entre “las autoridades” y el pueblo, porque los que mandan, -no obedecen al pueblo-, sino a los intereses económicos y políticos de quienes les ayudaron a “apropiarse” del poder. Los intereses de la mayoría del pueblo no son los mismos de las minorías que tienen el poder económico y político, además de que, en general son extranjeros o criollos, por lo que sus “intereses” están fuera de las fronteras.



Colofón. Entonces…cómo es que nos ha sucedido esto.
Como hijos de los hijos de los Viejos Abuelos toltecas. Como dignos herederos de la Toltecáyotl es de imprescindible necesidad buscar las razones que nos han hecho cambiar en forma negativa y prescindir de la sabiduría ancestral para construir nuestra realidad y el futuro de nuestros hijos.
Necesitamos dejar atrás la “historia oficial” hispanista, plagada de falsedades y sitios comunes que nos alejan de la inconmensurable sabiduría ancestral. Por medio de la verdad histórica, descolonizada y descarnada, debemos de conocer la verdad y nuestros propios errores, porque el problema que hoy vivimos no solo lo han producido “los españoles”. Este es otro sitio común que nos impide utilizar la sabiduría tolteca sobre “El Espejo Humeante de Tezcatlipoca”, para re-conocer nuestro verdadero rostro. Nos impide ser auto críticos.
Necesitamos recurrir a Xipe Totec, el “Señor del Descarnado”, para que como en la parábola tolteca, “desprendamos la materia carnal que conduce al cuerpo a su corrupción y liberar el alma, que al quedar descarnada, libre y purificada, como la mariposa de obsidiana, inicia su vuelo a las alturas celestiales del Espíritu”.
De la misma forma, tenemos que recurrir al rito de Xipe Totec y desprender de nuestra conciencia anahuaca, todas las mentiras y tergiversaciones hechas por los colonizadores de ayer y de hoy. Desechar también los sitos comunes, de que todos nuestros males son producto de “los españoles”.  
Necesitamos saber qué fue lo que nos ha sucedido en estos cinco siglos.
Cómo fue posible que siendo los hijos de los hijos de una de las civilizaciones más antiguas y con origen autónomo, y la que llegó a alcanzar el más alto grado de desarrollo humano para todo su pueblo, ahora estemos viviendo en la total orfandad e ignorancia.
Cómo es qué perdimos el sentido sagrado y divino de la vida. Cómo es que abandonamos nuestros ancestrales valores de comunitariedad, solidaridad, espiritualidad, amor y respeto por la vida.
Cómo es que desapareció la conciencia espiritual del mundo y la vida. Por qué hemos aceptado, en estos cinco siglos, valores y modelos culturales negativos, depredadores y criminales totalmente opuestos a nuestra concepción filosófica y cultural milenaria.
Será posible recuperarlos. Seguirán vivos en nuestro “banco genético de información cultural”. Podremos re-utilizarlos y adaptarlos para constituirlos en poderosas palancas que nos permitan remover cinco siglos de enajenación, barbarie y deshumanización.
Las respuestas están en lo más profundo de nuestra conciencia y nuestro corazón. Por más difícil que parezca, no es imposible. Lo difícil  no es hacerlo, lo difícil es imaginarlo.



martes, 4 de marzo de 2014

El fantasioso e inexistente "Gran Imperio Azteca"



-Mito y creación de la ideología criolla.
-La falsa historia para colonizar en la ignorancia de nosotros mismos.
-El punto es que la fantasía impide descubrir la Toltecáyotl.

A partir de 1521 el conquistador-colonizador despojó al pueblo invadido de cinco elementos culturales para mantenerlo dominado, inconsciente y sumiso: La lengua. La memoria histórica. Los conocimientos. Los espacios. La espiritualidad.

El pueblo invadido-conquistado, al perder estos cinco elementos culturales, olvidó su esencia y su raíz, quedando: mudo y silente, amnésico y ajeno a sí mismo, estúpido e impotente, paria sin raíz y desheredado, idólatra y fanático.

Cada una de estas pérdidas culturales representa una profunda veta que explica la aceptación resignada del holocausto en que vivimos. Nuestra incapacidad para acabar con la colonización. La falta de conciencia y capacidad para extirpar el abuso, la injustica, la explotación de nuestro pueblo y la criminal depredación de nuestros recursos naturales. La praxis de “la ideología criolla” de los extranjeros, los criollos, pero sobre todo, “la de nosotros, contra nosotros mismos”.

Pero en esta ocasión hablaremos solo de la pérdida de “la memoria histórica”. Los anahuacas somos una civilización muy antigua. Desde la invención de la agricultura hasta la partida de Quetzalcóatl (periodos Preclásico y Clásico), transcurrieron aproximadamente más de 68 siglos. La memoria histórica era por excelencia una de las bases estructurales de los pueblos y culturas del Cem Anáhuac. El simple hecho de mantener una coordinada y rigurosa observación de la mecánica celeste, desde lo que hoy es Nicaragua hasta el Norte de los E.U., requirió registros de decenas de siglos que se mantenían, no solo por los pictogramas, las piedras labradas y la escritura maya, sino fundamentalmente por la oralidad, que implica la conciencia y el compromiso del pueblo y autoridades por mantener su memoria histórica, su legado, su esencia y su raíz. El huehueh nenotzaliazalizamoxtlahcuilolli el antiguo relato de los códices. El nican mihtoa, motenehua aquí se dice, se habla, el topial in tlahtolli el legado nuestro, la palabra.

Eran nuestros abuelos, nuestras abuelas,
nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas,
nuestros tatarabuelos, nuestros antepasados.
Se repitió como un discurso su relato,
nos lo dejaron y vinieron a legarlo,
a quienes ahora vivimos,
a los que salimos de ellos.
Nunca se perderá,
nunca se olvidará
lo que vinieron a hacer,
lo que vinieron a asentar,
su tinta negra, su tinta roja,
su nombre, su historia, su recuerdo.                                                                 
Crónica Mexicayotl.

Existían los amoxtli o códice, por el contenido podían ser: tonalámatl o libro de la cuenta de los días destinos, xiuhámatl libro de los años y los linajes, y especialmente teoámatl o libro a cerca de las cosas divinas, el cuica-ámatl libro de los cantares (filosofía), temic-ámatl o libro de los sueños. El  amoxhua o aquél al que le pertenecen los libros (bibliotecario), también el tlapouhqui o conocedor de los libros, los huehuehtlahtolli o testimonios de la antigua palabra, el huey huehueh amoxtli o libro muy viejo, el altepehuehuehtlahtolli o la antigua palabra del pueblo, ihtolloca su historia, amoxohtoca o seguir el camino del libro.

De este modo, se puede afirmar que somos un pueblo con un gran legado histórico, generador de una civilización endógena y con conciencia histórica, con una innegable capacidad de recordar, sistematizar y preservar. Este conocimiento milenario, que es la sumatoria de la experiencia y sabiduría de todos los pueblos y culturas que en esos 68 siglos crearon la civilización que le dio el más alto grado de desarrollo humano para todos sus habitantes, lo mismo al masehual que al pilli. Conocimientos que iban desde la agricultura, pasando por la organización social y la mecánica celeste, las matemáticas, hasta la sabiduría para trascender, a partir de la conciencia, el plano material de la existencia.

Decir tolteca en el mundo náhuatl posterior (aztecas, texcocanos, tlaxcaltecas…), implicaba en resumen la atribución de toda clase de perfecciones intelectuales y materiales […] El punto que querríamos ver dilucidado es el referente a la más honda raíz de las creaciones culturales del mundo náhuatl significadas en la palabra Toltecáyotl (toltequidad).                                                                                                        

Si dicho concepto implica grandes creaciones arquitectónicas, pirámides y numerosos palacios, pinturas murales, esculturas extraordinarias, una rica y variada cerámica y, sobre todo, el culto antiguo y universal al dios Quetzalcóatl, razonablemente parece difícil dudar de que la raíz de Toltecáyotl se encuentre en la ciudad de los dioses: Teotihuacán.” León Portilla. 1961. pp. 332.

Esta sabiduría se conoce en lengua náhuatl (la lengua franca de todo el Cem Anáhuac) como “Toltecáyotl”. La “pirámide de desarrollo tolteca” es parte de esta sabiduría y posee cinco sistemas. El de alimentación, el de salud, el de educación, el de organización y finalmente, el del desarrollo espiritual.

Sin embargo, alrededor de la mitad del siglo IX, se vivó un gran sisma cultural, un colapso civilizatorio en el que, misteriosamente, los venerables maestros de la Toltecáyotl, partieron en una acción concertada al mismo tiempo en el Cem Anáhuac, abandonando y destruyendo los centros de conocimiento que hoy llamamos “zonas arqueológicas” del periodo Clásico.
La mítica tolteca relata que el conocimiento “envejeció” y se retiró para regresar, -según la profecía-, al final de un ciclo de 52 años o “atado de años”, a restaurar su sabiduría en el Anáhuac. Al quedar sin sus venerables maestros los pueblos y culturas, a través de los siglos, empezaron a degradar la sabiduría y la enseñanza tolteca, como es común en los humanos y las grandes culturas de la humanidad.

Se creó un nuevo tipo de organización social, ya no como la de los antiguos toltecas, sino ahora con una forma diferente de organización política, -como afirma, Alfredo López Austin-, al que se conoce como modelo “zuyuano”, que implica, “el control, por parte de un órgano hegemónico complejo, de las poblaciones de diversas etnias que habitaban una región dada, mediante un sistema que asignaba a cada una de la entidades políticas subordinadas un lugar y una función económico-político.” López Austin, 1999, pp. 41.

De esta manera, la forma de organización comunitaria emanada de la Toltecáyotl, empezó a transformarse o “degradarse” en el periodo Postclásico (850-1521). Se podría decir que “la Toltecáyotl” ancestral se transformó por “la Chichimecáyotl”, especialmente bajo la Triple Alianza o Excan Tlahtoloyan de los mexicas.

En efecto, en este lento cambio llegaron del Norte del continente al Altiplano Central el último pueblo nómada, los mexicas. Los pueblos nahuas les llamaron “chichimecas” o salvajes, “eran el pueblo sin rostro, no sabían tejer algodón, no hablan la lengua náhuatl”. Pero eran gente con una “gran voluntad de poder”, guerreros y hábiles cazadores. Traían a su numen tutelar llamado “Huitzilopochtli” y en un largo peregrinar en el Altiplano Central llegaron finalmente a establecerse en un islote pequeño en 1325 al que llamaron Tenochtitlán.

A partir del siglo XI, tribus nómadas comienzan a llegar al centro de México donde, desde los principios de nuestra era, reinaba una muy alta civilización” L. Séjurné. 1957, pp.25.
Los mexicas se ubicaron como un pueblo tributario y al servicio de diversos Altépetl. Fueron usados en ese tiempo como tropas mercenarias en las luchas por el poder por los de Tlacopan, Texcoco, Azcapotzalco y Culhuacán. En ese tiempo se apropiaron de los vestigios culturales de la sabiduría ancestral y se civilizaron a partir de hacer suya lo que quedaba de la Toltecáyotl. Se emparentaron con familias nobles de los Altépetl del Altiplano y sobre todo, mandaron a estudiar a sus jóvenes pilli o nobles al calmécac de Cholula, donde los preparaban para gobernar los portadores de la “tinta negra, la tinta roja”. El calmécac de Cholula “el santuario de Quetzalcóatl” tenía fama de poseer el legado más “ortodoxo” de la Toltecáyotl en el periodo Postclásico.

Cuando estén (los mexicas) en contacto con otros pueblos, los veremos aplicar con rigor esta filosofía de voluntad de poder. Llegados tardíamente al Valle de México, de inmediato se ponen a luchar por la tierra y la supremacía política con tribus que, por haber adoptado ya costumbres más civilizadas se dejan sorprender por la brutalidad de los recién venidos.” L. Séjurné. 1957, pp.27.

Los mexicas en 1440 comienzan su expansión que durará solo 81 años de “relativo poder”, su ideólogo, el longevo Cihuacóatl Tlacaélel, ordenó las reformas históricas, filosóficas y religiosas que transgredieron el pensamiento y práctica espiritual tolteca y la convirtieron en una ideología materialista, místico, guerrera. La cual funcionó como la justificación de su política imperialista, pero finalmente, la trasgresión del pensamiento de Quetzalcóatl fue el motivo de su posterior derrota al momento de que Hernán Cortés, asumiéndose como el enviado de Quetzalcóatl provocó una guerra civil en contra de los mexicas.

La asimilación rápida, por hombres que ayer todavía en estado salvaje, de un pensamiento, de una ciencia y de medios de expresión altamente elaborados, pone en relieve, una vez más, la extraordinaria fuerza de voluntad que presidió todos los actos de la corta vida de la sociedad azteca.” L. Séjurné. 1957, pp.28.

Los mexicas son uno más, de los muchos pueblos de la cultura nahua que se acento en centro del Anáhuac miles de años antes de la fundación de Tenochtitlán y su lengua es el náhuatl. La cultura nahua tiene diferentes pueblos como los texcocanos, tlaxcaltecas, cholultecas, acolhuas, mazahuas, otomíes, tlahuicas, etc. En la actualidad existen pueblos nahuas en los estados de Puebla, México, Guerrero, Hidalgo, Morelos, Oaxaca, etc. Y aún en países que conforman Centro América. De la misma forma que la cultura maya tiene diferentes pueblos que los une su lengua, como los tojolabales, choles, tzotziles, etc.

Todo lo que se puede decir es que las leyes de perfeccionamiento interior enseñadas por Quetzalcóatl sirven a los aztecas para apoyar una sangrienta razón de Estado: la unión mística con la divinidad, que el individuo no pudo alcanzar más que por grados sucesivos y solamente al cabo de una vida de contemplación y de penitencia, está ahora determinada por la manera en que se muere. Se trata, en verdad, de una práctica de baja hechicería: la transmisión material, al Sol, de la energía humana. La revelación exaltante de la Unidad eterna del espíritu se ha convertido en un principio de antropofagia cósmica. La liberación del yo diferenciado, groseramente tomado al pie de la letra, se realiza por medio del asesinato ritual que fomenta las guerras.

La traición a Quetzalcóatl. Como si fuera una norma para todos despotismos, el de los aztecas no pudo implantarse más que apoderándose de una herencia espiritual que transformó traicionándola, en arma de dominación”. L. Séjurné. 1957, pp.35.

Fue Tlacaélel el que ordenó la requisa y quema de los antiguos amoxtli inspirados en la sabiduría de la Toltecáyotl, ordenado que los más importantes fueran escondidos. Es aquí en dónde comienza la destrucción y tergiversación de “la historia antigua del Anáhuac”.

Después los españoles escribirán la suya, comenzando con “las Cartas de Relación”, que absurdamente se han tomado como “fuentes históricas verídicas”, sabiendo que es la “versión amañada de Cortés”. Los criollos desde el siglo XVIII escriben su historia con Francisco Javier Clavijero. Posteriormente Porfirio Díaz manda a escribir “México a través de los siglos”. La SEP sigue con sus libros de texto y finalmente, la “productora-reproductora de la historia Mundial”, es decir Hollywood, con Mel Gibson y su bodrio “Apocalyipto”. 

Si los conquistadores, misioneros y anahuacas conversos ponen a los pueblos originarios como salvajes, guerreros y caníbales, los criollos posteriormente los pondrán como “los romanos del nuevo mundo”. Ambas apreciaciones están totalmente lejos de la realidad. Son tendenciosas, exageradas y dolosas, escritas para sus fines políticos, económicos y culturales.

Habiendo estudiado así brevemente algunas de las ideas principales de estos seguidores de la poesía, flor y canto, que supieron oponerse al pensamiento militarista de Tlacaélel, parece conveniente recordar el origen último de estas ideas. Tlacaélel se había aprovechado de los textos toltecas, pero interpretándolos a su antojo después de la célebre quema de códices. Se valió de la antigua tradición para crear una mística guerrera capaz de elevar a su pueblo hasta convertirlo en el señor de la región central y sur de la actual República Mexicana.” León Portilla. 1961. pp. 143.

La “historia oficial mexica” de Tlacaélel es parcialmente falsa, porque utiliza la antigua historia y los mitos de origen toltecas, pero “injerta” al pueblo mexica como los protagonistas históricos. Por ejemplo: “el mito de la peregrinación, el mesías nacido de madre virgen”, etc., no pudo suceder con el último pueblo que emigró del Norte. Este mito de origen es tomado de la Toltecáyotl, tal vez, de los antiguos y desconocidos olmecas. Mito que además es de carácter universal.

En realidad, todo lleva a hacer creer que los señores aztecas, criados en la doctrina de Quetzalcóatl que indicaba al hombre el perfeccionamiento interior como una meta suprema, no podían considerar el asesinato ritual más que como una necesidad política. Esto hace que dos corrientes de pensamiento contrarias coexistan en el seno de esta sociedad: de un lado, un misticismo degradado para sostener un ambicioso plan de conquista; del otro, la doctrina de Quetzalcóatl como única base moral. Una contradicción tan profunda debía necesariamente producir graves conflictos, y veremos que su papel fue, en efecto decisivo.” L. Séjurné. 1957, pp.43.
No se trata de menospreciar a la cultura mexica. El punto es conocer la “verdadera historia”, para recuperar nuestro verdadero rostro, nuestro auténtico corazón verdadero, nuestro más grande potencial. Los mexicas, como cultura, jugaron un papel muy importante y es ejemplar el grado de apropiación de la sabiduría tolteca. Se puede apreciar esto en la escultura y la arquitectura. Si observamos las piezas escultóricas de los primeros tiempos de Tenochtitlán, resultan pobres y malas copias de las toltecas. Sin embargo, las obras del último periodo son definitivamente maravillosas y de una hechura, igual o superior a las toltecas.

Lo mismo podemos decir de la arquitectura. México-Tenochtitlán como la ciudad más grande del mundo al inicio del siglo XVI es irrefutable. Los avances en el diseño, los servicios públicos, la calidad de las edificaciones, así como su belleza arquitectónica son únicos y maravillosos. Sin embargo, el punto débil de los mexicas fueron las reformas de Tlacaélel a la Toltecáyotl y la trasgresión al pensamiento y la religión de Quetzalcóatl. Este es el punto.

Mientras en México-Tenochtitlán y en todos sus dominios, se había impuesto, gracias a Tlacaélel, esa visión místico guerrera del mundo que hacía de los aztecas el pueblo elegido del Sol-Huitzilopochtli, en varias de las ciudades vecinas vivían pensadores profundos, cuyas ideas se orientaban por rumbos distintos. De hecho, como vamos a ver, más de una vez esos sabios y poetas, que hablaban también la lengua mexicana o náhuatl, condenaron la actitud guerrera de los aztecas.    Todos serán partícipes de una misma cultura, en buena parte heredada de los toltecas. Formaban, como se ha dicho, el gran mundo náhuatl. Pero dentro de este mundo mantenía una postura distinta. Lo que es más, dentro de la misma capital azteca, como veremos, había también quienes parecían repudiar el misticismo guerrero impuesto por Tlacaélel.” León Portilla. 1961. pp 114.

La “historia oficial” del Estado neocolonial criollo ha distorsionado dolosamente el pasado, especialmente los últimos dos siglos antes de la invasión, poniendo a los mexicas como “los romanos del nuevo mundo”, para exaltar la “heroica conquista” por un puñado de valientes y esforzados españoles, sus “antepasados”.
En efecto, los criollos en su lucha por el poder colonial, crearon una ideología que se sustenta “históricamente”, en que sus antepasados conquistaron “a sangre, valor y fuego, un inmenso y poderoso imperio”. En contraposición con la de los españoles peninsulares, que fueron llegando al Virreinato cómodamente después de la caída de Tenochtitlán y desplazaron a los conquistadores (sus padres y abuelos de los criollos) del poder.

En el Virreinato, primero los conquistadores y después los criollos fueron situados por debajo de los españoles peninsulares en el Sistema de Castas, en donde los más altos puestos en el gobierno, la iglesia, el ejército y el comercio, estaban en manos de “los gachupines”.

Los conquistadores “no eran hombres de fiar para la corona”, porque Hernán Cortés pretendía traicionar a la corona española, como traicionó al gobernador de Cuba, a los inversionistas que financiaron la expedición, a sus aliados anahuacas comenzando con Ixtlilxóchitl, a su esposa a quién estranguló y al mismo Moctezuma, a quien mando asesinar estando encadenado. En efecto, la “historia hispanista” pretende disimular la baja calaña de Cortés, ocultando sus crímenes, traiciones y los planes para crear, -a través de una nueva traición-, “el reino del Anáhuac”.

En los primeros años de la Colonia, Cortés tenía más oro y hombres a su disposición que el propio rey de España. El rey sabía que Cortés pretendía traicionarlo y por ello le envió a su confesor, en misión secreta para que le diera información confiable. De esta manera llegó Fray Juan de Tecto a investigar las acciones de Cortés, pero éste lo mandó asesinar en la fatídica expedición de las Hibueras en 1524 por oponerse a que un plebeyo (Cortés), asesinara a “un rey” (Cuauhtémoc). Por esto y otras fechorías a Cortés la corona le abrió un Juicio de Residencia, sacándolo de América y murió en 1547 en España atendiendo su defensa jurídica, sin lograr crear su reino.

Está historia pesó mucho sobre los compinches de Cortés, su hijo Martín y los hijos de los conquistadores. La abortada traición evidenció los planes de los conquistadores y fue aprovechado por los peninsulares para quitarles el poder al tacharlos como conspiradores y personas a las que no se les podía tener  confianza. 

El mito fantasioso “del poderoso Imperio Azteca”, es un hechizo ideológico de los criollos para “hacer suyo el pasado antiguo de esta tierra”, frente a los gachupines que iban llegado con poder e influencia de la corona.  Los criollos desde el Siglo XVIII, especialmente con Francisco Javier Clavijero, empezaron a conspirar contra los peninsulares, asumiendo que “ellos eran los auténticos dueños de las tierras del Virreinato” y que los gachupines eran advenedizos y oportunistas que venían de España a robar y regresar ricos a “La Madre Patria”.

Producto de esta ideología es que el mismo concepto de “criollo” en el lenguaje del pueblo, significa  “propio u original del lugar”. Hasta la actualidad se usa este concepto para referirse al “maíz criollo” frente al maíz transgénico. Gallina criolla y perro criollo, por ejemplo, en contra de los “productos de castilla”, es decir, de España, como “nuez de castilla y rosa de castilla, etc.” La lucha ya no fue entre anahuaca y español, sino entre criollo y gachupín, el anahuaca y su cultura quedarán excluidos. La ideología criolla desde el siglo XVIII se empezó a apropiar de la pertenencia y originalidad del Anáhuac. De ahí viene el “mito de los poderosos Aztecas”.

“La ideología criolla”, con la que se ha gobernado el país de los criollos y para los criollos, ha mantenido excluido al pueblo con raíz cultural anahuaca en estos dos siglos de neocolonialismo, la figura de “Los Aztecas” es usada solo para “decorar” la historia oficial, dándole un toque condescendiente de una supuesto origen indígena. El discurso del Estado criollo se ve muy claro en el guión museográfico del Museo nacional de Antropología e Historia, en donde la Sala Mexica ocupa el lugar principal y la Sala Tolteca queda a un lado, disminuida y minimizada, para que “los mexicanos” (¿mexicas todos?) no se rencuentren con lo mejor de su pasado.

En este proceso se ha “exaltado” a la cultura mexica de manera eurocéntrica, es decir, se les ponen estereotipos ajenos a la Toltecáyotl. Se les hace “formidables guerreros” y se les da el título de “caballeros águila y caballeros tigre”, cuando no eran guerreros en el sentido del medioevo europeo, entre otras cosas, porque en sus batallas estaba prohibido matar, no existían ordenes de caballería y menos caballos.
 
Un dato revelador que desmiente el sentido “guerrero” de la cultura anahuaca es que, las mismas armas que heredamos de la prehistoria, el arco, la lanza, el escudo, el mazo, etc., después de más de siete milenios de desarrollo humano, la invención del maíz, el cero matemático y la cuenta perfecta del tiempo, jamás inventaron arma alguna, con esas mismas armas de la prehistoria se enfrentó la invasión europea. Es claro que las culturas de la civilización del Anáhuac no fueron militaristas-guerreras, como sí lo son las culturas europeas.

La guerra de los mexicas, nada tenía que ver con la guerra de los europeos. A los tlatoanis se les llama reyes, y no es lo mismo el ejercicio del poder de un rey europeo, que un tlatoani anahuaca que “mandaba obedeciendo” y que podía ser destituido por el Tlatócan, como le sucedió a Moctezuma. Se inventan “princesas” e historias de “caballería”, que falsean y desvirtúan nuestros ancestrales valores y cultura milenaria de carácter espiritual. Se requiere conocer a fondo nuestra cultura Madre, es decir la Toltecáyotl y dejar el discurso del conquistador-colonizador como algo propio. Para acabar con la colonización necesitamos dejar de pensar con las ideas de los colonizadores.

Las personas que pretenden encontrar un necesario y vigoroso origen en la civilización Madre, como decía el Dr. Bonifaz Nuño, “valores de la cultura propia-nuestra”, caen en la trapa del neocolonizador de ideología criolla, al sustentar ese digno, necesario y justo origen, solo en la cultura mexica, que fue “supuestamente derrotada” por el conquistador europeo (otra más de las mentiras colonizadoras).  

Sin denostar y menospreciar a la cultura mexica, se debe situar en el momento histórico que le tocó vivir. Con sus virtudes y grandes logros, pero también con sus errores. No podemos y no debemos quedarnos solo en los mexicas y no tomar en cuenta más de siete milenios de desarrollo humano, sabiduría y creación de nuestros Viejos Abuelos.

De hacerlo así, estamos formando parte de la ideología criolla, porque por un lado, olvidamos y desconocemos la parte más importante de nuestra historia y más elevada de nuestra civilización. Y por otro lado, inexorablemente “fuimos derrotados” por un puñado de españoles, por más valientes guerreros “que nos dicen que fuimos”. Quedarnos en el “folclor del huehue, las plumas de pavorreal  y los valientes guerreros”, es quedar desposeído de lo mejor de nuestra milenaria civilización y por ello neutralizados y sometidos a través de nuestra ignorancia.

Todos los pueblos que conforman la raíz-matriz de la civilización del Cem Anáhuac, desde Nicaragua hasta el Canadá. Sean olmecas, miskitos, tawahkas, mayas, zapotecas, mixtecas, nahuas, otomís, totoncas, purépechas, yaquis, tarahumaras, navajos, apaches, hopis, lakotas, métis o inuit, entre muchos otros, todos somos un solo pueblo una sola profunda raíz. Conformamos una de las seis civilizaciones más antiguas de la humanidad que sigue viva, vibrante y vigente, y quizás, seamos una sola, con los hermanos de la parte Sur del Continente, allá en el Tawantinsuyo.

“El fabuloso y poderoso gran imperio mexica o azteca”, es una fantasía colonizadora que engaña y neutraliza la digna y necesaria búsqueda de nuestra raíz más antigua, profunda y humana, que nos da un rostro propio y un corazón verdadero, frente a la mentira, la injuria y el engaño.

No guerreros ni comerciantes, sí agentes civilizadores, los olmecas cumplieron el destino que ellos mismos se asignaron. Lo cumplieron hasta donde en el espacio fueron capaces, y lo alargaron en el tiempo, construyendo lo que habría de ser el espinazo espiritual de nuestra antigua cultura.

El concepto de lo humano por ellos forjado, dio cimientos al perpetuo optimismo de los hombres que los sucedieron. Los herederos suyos, sean teotihuacanos, zapotecas, mayas, mixtecas, huastecas, totonacas, aztecas, lograron merced al impulso que de ellos recibieron, la inagotable proliferación de felices construcciones culturales cuyos vestigios todavía educan y deslumbran.
Teotihuacán, Tula, Xochicalco, Cacaxtla, El Tajín, Tikal, Palenque, Toniná, Uxmal, Monte Alban, Mitla, Malinalco, Chichén Itza, Tenochtitlán, otras muchas ciudades análogas, dan testimonio de ese optimismo justificado y perdurable.

Injuriosamente, los estudiosos hablan todavía de culturas primitivas, de totemismo, de adoración de la lluvia, de ritos sangrientos, y centran su atención en la guerra florida y los llamados sacrificios humanos de los aztecas, a fin de intentar legitimar el desprecio que les justifica nuestra explotación.  Rubén Bonifaz Nuño. 1992, pp.75.

El mito azteca nos aleja de la Toltecáyotl y debilita el potencial de sabiduría humana de la civilización del Cem Anáhuac. Las mentiras y los despropósitos del “mito mexica-azteca”, nos hunden más en el pantano de la ignorancia de nosotros mismos y nos impide profundizar en los verdaderos valores y principios humanos con los que se cimentó una de las civilizaciones más valiosas e importantes de la humanidad, -la de nuestros Viejos Abuelos-, de la cual todos, culturalmente, formamos parte.