miércoles, 20 de noviembre de 2013

AUTONOMIA Y DERECHOS INDÍGENAS EN MÉXICO de Francisco López Bárcenas


... entre las muchas ilusiones con que nos alimentamos, una de las no menos funestas es la que nace de suponer que nuestra patria es homogénea. Levantemos ese ligero velo de la raza mista que se extiende por todas partes y encontraremos cien naciones que en vano nos esforzaremos hoy por confundir en una sola.
Ignacio Ramírez
Congreso Constituyente de 1857

Es una ilusión de criollos pensar que vamos a hacer una democracia en este país sin resolver el problema que nos ha legado una historia de colonialismo, que estamos renovando constantemente y que reaparece con peores rasgos, que son los de la discriminación racial, que existe todavía de una manera lamentable y agudísima en Chiapas y en todas las regiones donde hay frontera entre los pueblos indios y los no indios.
Pablo González Casanova
Junio de 2000


PRESENTACIÓN

Quienes de un modo u otro hemos tratado de acercarnos a la comprensión, estudio y, en lo posible, al impulso de las reivindicaciones sobre derechos de los pueblos indígenas, hemos desembocado inevitablemente en el mar de la libre determinación de los pueblos y de la autonomía como expresión concreta y actual.

Si así ha sucedido no ha sido por efecto de elucubraciones teóricas, sino por el empuje decidido de los propios pueblos y organizaciones indígenas. En sus movilizaciones, declaraciones y, sobre todo, en su cotidianidad, los pueblos indígenas han venido apuntalando su supervivencia como pueblos en el ejercicio de la autonomía y han entendido que ésta señala, además, el camino hacia la superación de la dominación cultural que enmarca sus vivencias de subordinación social, económica y jurídica.

Las implicaciones que el conjunto de reivindicaciones y prácticas autonómicas poseen van mucho más allá del mero debate sobre los mecanismos de distribución territorial del poder. Tienen que ver con una reconsideración radical del marco de convivencia en sociedades culturalmente diversas; con la ruptura del dogma de la unidad de poder y de ordenamiento jurídico que ha acompañado la creación y consolidación del estado liberal y la cultura del individualismo posesivo; con la impugnación del concepto y del sentido mismo del poder político; con la construcción de alternativas que se enfrentan al “fin de la Historia” sustituyendo a sus hegemónicos protagonistas por hacedores de pequeñas e infinitas historias.

Hablamos de una respuesta desde la raíz a un proyecto civilizatorio que ha construido y sigue manteniendo estados monoculturales, monocivilizatorios y excluyentes, cuyo sustento ideológico es el de un liberalismo inconsecuente con sus propios fundamentos pues rompe con el principio de igualdad al no reconocer la igualdad entre las distintas culturas.

Todas estas cuestiones aparecen con claridad en el contexto mexicano, donde sin duda se ha generado una de las experiencias más ricas y complejas por lo que a la lucha por el reconocimiento de la autonomía de los pueblos indígenas se refiere.

El debate alrededor de la autonomía en México, y en general sobre los derechos de los pueblos indígenas, es especialmente rico por varias razones: 1) porque no se trata sólo de una discusión académica o de política institucional, sino que han sido los propios implicados los que se han situado en el centro del debate logrando difundir sus planteamientos; 2) porque se trata de un proceso que se ha ido nutriendo de constantes e intensas experiencias prácticas: frente a la lentitud y al bloqueo de los procesos de reforma normativa e institucional, se han ido sucediendo formas de “autonomía de hecho”, de
“autonomía sin permiso”. Es el caso de los municipios autónomos zapatistas en Chiapas, o el de comunidades de Guerrero y de Oaxaca, por citar algunas de las experiencias más conocidas; 3) porque ha recogido con nitidez las cuestiones capitales del debate, y entre ellas la referida al sujeto del derecho y la escala de la autonomía, esto es, el ámbito subjetivo y, con él, territorial, al que deben referirse las demandas y las propuestas que se efectúen.

La obra de Francisco López Bárcenas es parte integrante del contexto descrito y explica con claridad el conjunto de cuestiones mencionadas, además de muchas otras. Y por “obra” no me refiero solamente al texto que estas líneas presentan: este libro, no es un producto más de reflexión y estudio académico, sino expresión de una actitud vital, de una obra de vida.

En lo que escribe Francisco no sólo hay análisis: hay experiencia, hay compromiso, hay preocupación y esperanza. El texto se sumerge de lleno en las cuestiones centrales del debate sobre los derechos de los pueblos indígenas en México. Partiendo de la configuración jurídico-internacional de los pueblos indígenas, de su reconocimiento en tanto que pueblos y de la dimensión del derecho a la libre determinación, nos conduce al modo en que el estado mexicano ha concebido a los pueblos indígenas a lo largo de su historia. Tras ello, el libro nos acerca al sentido de la rebelión zapatista y al debate jurídico-político que la misma ha sabido generar.

Finalmente, después de radiografiar los férreos límites que el derecho y el estado han impuesto a los procesos de subjetivización política de los pueblos indígenas en México, el libro concluye con una reflexión sobre la construcción de las autonomías indígenas, más allá del estado, más allá del derecho. Nos habla de las razones, de los sujetos, de sus contenidos y procesos. Nos habla de la fuerza de las autonomías, entendidas no como un objetivo a alcanzar, sino como permanentes mecanismos de transformación social, de lucha por una democracia verdaderamente inclusiva para todos y para todas.

Por encima de todo, estamos ante un ejemplo de investigación y de análisis entendidos como herramientas de lucha, aperos que se emplean para hacer fértiles terrenos de resistencia y emancipación.

Dr. Marco Aparicio Wilhelmi
Universidad de Girona, España

INTRODUCCIÓN

Uno de los efectos importantes de la rebelión indígena que hizo explosión en enero de 1994 en el Sureste Mexicano fue descubrir a la nación algo que por mucho tiempo se había mantenido oculto, como algo vergonzoso: la existencia en el Estado mexicano de pueblos indígenas. Gracias a ella, lo indígena perdió su carácter denigrante con que se le cubrió por muchos años y se vistió de un ropaje digno, en donde una parte importante de la población mexicana podemos reconocernos como lo que somos y siempre hemos sido: mexicanos, sí, pero antes que eso individuos pertenecientes a formaciones culturales diversas, existentes antes de la creación del Estado moderno y por tanto con todos los derechos que la Constitución, las leyes y, en general, el sistema jurídico mexicano garantiza a todos sus ciudadanos, pero también con derechos colectivos, derivados precisamente de nuestra pertenencia a un pueblo indígena específico, los cuales hasta ahora continúan sin reconocimiento constitucional y legal.

Otro de sus efectos inmediatos fue abrir los espacios y crear el ambiente necesarios para que los pueblos indígenas, sus organizaciones, sus comunidades, sus líderes, sus representantes, y hasta los estudiosos del tema nos pusiéramos a reflexionar sobre las demandas de los pueblos indígenas y la forma de estructurarlas, de manera que presentaran unidad y coherencia a nivel nacional, con ejes centrales en torno a los cuales giraran todas ellas. No es que antes de la rebelión zapatista no se hubiera hecho; se hizo y de muchas maneras, pero siempre fue una actividad tangencial, fuera de la agenda de los grandes problemas nacionales. No porque así lo quisieran los actores, sino porque no existía el espacio para hablar de esos temas y cuando se hacía sonaba hasta antipatriota, como algo que atentaba contra la unidad nacional.

Como consecuencia de este proceso, que se dio en los días posteriores al levantamiento y floreció durante los diálogos de San Andrés Larráinzar entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el Gobierno federal, los miembros de los pueblos indígenas de México, sus organizaciones, sus comunidades, sus líderes, sus representantes, y los estudiosos del tema, resolvimos dos aspectos fundamentales para nuestro futuro: reclamar al gobierno mexicano nuestro reconocimiento pleno como colectividades con derechos específicos y englobar todas nuestras demandas en una sola: la autonomía indígena. Esta decisión fue respaldada por los propios pueblos indígenas en la Consulta sobre Derechos y Cultura Indígena, organizada en el año de 1995 por la Secretaría de Gobernación y el Senado de la República, y ha sido ratificada en las asambleas nacionales del Congreso Nacional Indígena y sus similares en los Estados, hasta convertirse en la bandera de lucha de los movimientos indígenas de nuestro país.

El reclamo de los pueblos indígenas de México por el reconocimiento de su derecho a la autonomía por parte del gobierno y la sociedad adquirió tanta importancia que se convirtió en la manzana de la discordia entre el EZLN y el Gobierno federal; asimismo ha sido motivo para organizar matanzas masivas como la de Acteal, en el año de 1997. También para mantener el acoso sobre pueblos que han decidido caminar ese camino.

Las Juntas de Buen Gobierno y los caracoles zapatistas; la policía comunitaria y el municipio autónomo en Suljá –Amuzgos- en el estado de Guerrero; los mixtecos de San Pedro Yosotatu y los triquis de San Juan Copala, en Oaxaca. Entre otros. También la usa el gobierno para negar la legitimidad y procedencia de los reclamos indígenas. Por último la usa la sociedad civil, en apoyo a dicho reclamo, muchas veces de buena fe, pero sin un real conocimiento de lo que significa.

Estas son algunas de las razones que nos han llevado a escribir las siguientes líneas. En ellas se recogen muchos de los textos que en su momento fueron presentados como artículos periodísticos o análisis de coyuntura en revistas especializadas, porque de lo que se trata es de armar un documento una visión de conjunto sobre el tema. Es como si se construyera una casa más grande a partir de los materiales que componían varios jacales.

En el primer apartado se hace referencia a las condiciones políticas y sociales en que se presenta la emergencia de nuevos sujetos sociales que reclaman ser reconocidos sujetos de derechos; después de ello analizamos la manera en cómo se pasó de concebir los derechos humanos únicamente como individuales, a los de minorías y de ahí a los colectivos, entre los que ubicamos los derechos de los pueblos indígenas. Enseguida hablaremos de la autonomía como derecho aglutinador de otros derechos colectivos y las características que ésta asume en el contexto mexicano. Otro apartado versará sobre el trato legislativo que se ha dado a los derechos indígenas en nuestro país y su situación actual. Uno más contiene un análisis de las diversas propuestas de reforma para reconocer los derechos indígenas en la
Constitución. En el siguiente se describen algunos augurios sobre el futuro de los pueblos indígenas y sus demandas. Y finalizamos con la reforma constitucional aprobada, su contenido y el por qué de su rechazo; además de la legislación sobre derechos indígenas que se aprobó después de ella.


La idea que subyace en el trabajo es que el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas y las condiciones para su ejercicio solo será posible con una profunda transformación del Estado mexicano y para ello es necesario el concurso del esfuerzo de todos los mexicanos, no sólo de los pueblos indígenas.

sábado, 16 de noviembre de 2013

EMPRESA RACISTA


Fernando Camacho Servín

Periódico La Jornada

Sábado 16 de noviembre de 2013.

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) inició de oficio una queja para investigar la presunta violación a derechos humanos cometida en agravio de los jóvenes indígenas de Oaxaca que sufrieron actos discriminatorios por parte de personal de Aeroméxico.
 
El organismo indicó que debido a su origen y forma de vestir, se les impidió abordar un avión a pesar de contar con boletos previamente adquiridos. Con la finalidad de recabar evidencia suficiente de este caso que permita acreditar la presunta violación a los derechos humanos, el organismo autónomo requerirá a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes el informe correspondiente y emitirá la determinación que conforme a derecho corresponda, una vez integrado el expediente de queja.
 
 

jueves, 8 de agosto de 2013

TRABAJAR PRA EL FUTURO CON LA SABIDURÍA DEL PASADO

 
 
 


“Bienaventurados aquellos que son gloria y fama

de sus antepasados, padres y madres, abuelos y tatarabuelo,

en los cuales floreció la Toltecáyotl en el Anáhuac,

como flores entre sus hijos y fue su alimento, su luz, su alegría”.




 
Desde que en la escuela primaria me enseñaron, que cuando “derrotamos” a los invasores extranjeros en 1520, esta victoria se nos enseñaba como “Batalla de la Noche Triste”, las cosas de la “Historia Oficial de México”, no me eran muy claras o de plano, me parecían que eran solo mentiras y me hacía dudar de ella, como eso de llamarle a la “historia-propia-nuestra”, es decir, aquellos siete mil quinientos años antes de la invasión… “!historia prehispánica!”.


Más tarde, en mi juventud, por “azares de la vida”, llegué como oyente a las aulas de la Universidad Complutense de Madrid a la carrera de Historia de América, la “historia que ellos” explicaban nada tenía que ver con la que “nosotros” conocíamos, entendí que la “Historia Oficial” de cada país es como la misma noticia pero leída en diferentes diarios, lo que se traduce en “historias diferentes” de un mismo hecho.
Indiscutiblemente que fue la obra de Carlos Castaneda, con las enseñanzas de un hombre de conocimiento yaqui las que me permitieron ver las “otras realidades”, y que, los pueblos originarios del Anáhuac tenían una visión diferente y terriblemente impactante del mundo y la vida, como jamás, mente occidental alguna pudo imaginar.
Mi estructura mental colonizada, inflexible, eurocéntrica, moderna y “cientista”, cayó hecha pedazos ante la lógica ancestral de los antiguos hombres sabios del Anáhuac, los tlamatinime. Jamás supuse o imaginé siquiera, que quienes habían construido Monte Albán, Teotihuacán o Palenque, poseían una sofisticada, compleja y solvente visión del mundo y de la vida, que permitió más de mil años de esplendor, es decir, permitió que cientos de “ciudades Estado” vivieran en armonía y equilibrio logrando el nivel de vida más alto (del planeta) para todo el pueblo por más de mil años (200 a.C. a 850 d.C.)
El dogma hispánico de que los pueblos “precortesianos, pre-colombinos o prehispánicos” constituían culturas primitivas, salvajes, caníbales, demoniacas, idólatras, que vivían en el periodo “neolítico de la evolución humana” concebida por Occidente, no me permitió intentar formular preguntas esenciales de quiénes, por qué y para qué, construyeron todas estas maravillosas “zonas arqueológicas”, que aun en ruinas, me dejaban una impresionante sensación de grandeza humana y profunda espiritualidad.
Fue entonces que me avoqué a investigar “la verdadera historia”. No tuve que hacer intrincadas excavaciones arqueológicas o buscar en remotas bibliotecas de incunables, perdidos códices, o entrar a sectas secretas o herméticas. Existe mucho material de lectura sobre el tema, tanto de mexicanos como de extranjeros. Las mismas “fuentes” las encuentra uno en la más modesta liberaría. El punto es solo “la voluntad de querer/hacer”, el requisito es poseer “el vital impulso descolonizador”.
“Eran nuestros abuelos, nuestras abuelas,
nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas,
nuestras tatarabuelas, nuestros antepasados.
Se repitió como un discurso su relato,
nos lo dejaron y vinieron a legarlo
a quienes ahora vivimos,
a los que salimos de ellos.
Nunca se perderá,
nunca se olvidará,
lo que vinieron a hacer,
lo que vinieron a asentar,
su tinta negra, su tinta roja,
su renombre, su historia, su recuerdo.
Así en el porvenir
jamás perecerá, jamás se olvidará,
siempre lo guardaremos
nosotros, hijos de ellos.”
(Fernando Alva Ixtlilxóchitl)
 
Así me llevé muchos años de afanosas y fascinantes lecturas. Otro elemento, tal vez, el más revelador fue mi trabajo como Promotor Cultural con comunidades indígenas. Pero estos contactos ya  estaban en otro contexto, es decir, estaban “en vías de descolonización”. Sabía que existía en las comunidades toneladas de sabiduría y conocimiento ancestral “literalmente increíbles”, y sobre todo, que eran resguardados celosamente de los ojos y mentes modernas-colonizadoras.
“En vano nací,
en vano vine a salir aquí, en la tierra;
soy menesteroso,
si bien he salido, si bien he nacido.
Digo ¿qué haré?
Cantares mexicanos.
 
Pero lo más impactante fue el sistemático, profundo y responsable trabajo que realicé en las montañas de Huautla con “La Abuelita Mazateca” con los hongos alucinógenos durante diez años. En efecto, la cilosibina me permitió “conectar o activar” neuronas que posibilitaron la percepción del conocimiento de manera no ordinaria (mover el punto de encaje). Otro conocimiento con otra realidad se descubrió ante mi búsqueda, el ser humano y el mundo, como la sumatoria de pequeñas cargas de energía compuesta por miles de millones de células con conciencia individual de Ser… ¡extraordinario y verdaderamente increíble!
“Hay reverdecer de jades,
hay brotar de plumas de quetzal,
¿son tu corazón, Dador de la vida?
Nadie dice que a tu lado queda en orfandad.
Tú eres invocado.”
Cantares mexicanos.
 
La visión “occidentalizada” de un desarrollo lineal, materialista y modernizador, sustentado en el paradigma de la superioridad de la “raza blanca”, la religión judeocristiana, que los pueblos y la Naturaleza estaban a la libre disipación de los más fuertes, más ricos y mejor armados, para la producción, comercio y consumo. Que en el dinero se encuentra la realización humana, que el engaño, el abuso y la violencia justifican el triunfo comercial, político e ideológico. Que la Naturaleza era un “objeto inagotable” de recursos para hacer negocios. Que el mundo entero a través de la democracia representativa, las sociedades anónimas, la iniciativa privada, la publicidad y el desarrollo económico alcanzarían la felicidad humana en el consumismo. Todos esos dogmas de la modernidad y el capitalismo se hicieron polvo ante la visión del mundo y la vida de la milenaria Toltecáyotl.
“He llegado aquí
yo, Yohyontzin,
solo anhelo las flores,
he venido a deshojarlas aquí en la tierra,
deshojo la flor del cacao,
deshojo la flor de la amistad;
…” Cantares mexicanos.
 
En efecto, cuando se logra “concebir otras posibles realidades”. Cuando se entiende que durante miles de años, en diferentes partes del planeta, millones de seres humanos construyeron “realidades diferentes con mentalidades, categorías y valores diferentes”, pero todas estructuradas por una visión sagrada y espiritual del mundo y de la vida, se da uno cuenta de que se vive con “los ojos cerrados” y totalmente “alineados” a una visión necrófila que llamamos “modernidad”. Que el dinero, la producción y el consumo, así como la explotación de los seres humanos y la depredación de la naturaleza, -vamos-, el culto al “becerro de oro”, son justamente lo inhumano, antinatural y lo retrógrado de nuestro mundo y de nuestro tiempo.
“Vengo buscando tu hermoso canto,
Lo hago bajar.
Amigos nuestros,
Haya alegría,
Conózcase la amistad.”
Cantares mexicanos
Y es en este punto en donde la Toltecáyotl juega un papel fundamental para cambiar la forma de “entender la realidad  y el bien vivir”. No se trata de “crear una nueva filosofía”, por el contrario, se requiere que como hijos de los hijos de una de las civilizaciones más antiguas del planeta, que busquemos “elementos culturales ancestrales en su acervo” para re-funcionalizarlos y diseñar una sociedad que sustente, el desarrollo en el ser humano, en la comunidad y éstos armónicamente con la Naturaleza. En el equilibrio, la justicia y el bienestar. En síntesis, una “racionalidad” diferente a la del colonizador-colonizado de los últimos cinco siglos. Una racionalidad que tenga como objetivo sustantivo el respeto, la preservación y desarrollo de la vida en cualquiera de sus expresiones, con especial énfasis en la niñez y la Naturaleza.
“Vengo buscando tu hermoso canto,
lo hago bajar.
Amigos nuestros,
haya alegría,
conózcase la amistad.”
Cantares mexicanos.
 
No se trata de “volver al pasado idílico” o soñar con “el futuro utópico”, por el contrario, el desafío está en “el aquí y en el ahora”, con lo que somos, con lo que tenemos y con lo que verdaderamente queremos ser, como individuos, como familia y como pueblo. Romper el dogma colonial que nos empobrece y nos degrada, que nos conduce a la deshumanización y a la destrucción de la vida, que nos “invita/seduce” a ser otro “explotador/moderno”. Recuperar nuestro verdadero rostro, nuestro corazón verdadero y re-andar el milenario camino. Volver a ser lo que hemos sido durante miles de años y hemos seguido siendo en estos últimos cinco siglos, pero de manera “inconsciente”, a ciegas y tropezones.
“Como a jades,
como a joyeles,
anchas plumas de quetzal,
así aprecio tus bellos cantos,
padre nuestro, Dios, Dador de la vida.
Con ellos me alegro,
con ellos bailo
en el lugar de los atabales,
en el interior de la casa de la primavera,
…” Cantares mexicanos.
 
 
 

martes, 14 de mayo de 2013



Quiénes son estos hombres que desde hace siglos toman, entregan, ponen y quitan, roban y defraudan, matan o desaparecen a su antojo, sin que nadie les pueda decir o hacer nada.


Por qué gozan de total impunidad y están por encima de sus propias leyes e instituciones que han hecho a su propia conveniencia. Quién los faculta, quién los audita, quién los llama a cuentas. Quienes son éstos, que representando 0.18 % de la población y poseen casi la mitad de la riqueza nacional.


Ellos toman lo nuestro –el bien común-, lo regalan, lo dilapidan, lo entregan, lo rematan con irresponsable cinismo y grotesca indolencia, lo mismo playas, islas, concesiones mineras, madereras, etc. Abyectos, serviles y dóciles con los poderes extranjeros. Intolerantes carniceros y criminales con nuestra gente y sus mínimos derechos.


Consecionan, roban y regalan nuestro patrimonio. Lo hacen sin tomarnos en cuenta, sin consultarnos, pasan encima de sus propias leyes. Nos engañan y nos mienten, nos tratan como menores de edad. Como si no fuéramos capaces de autodeterminarnos y administrar lo que por miles de años ha sido nuestro. Se apoderan de las mejores tierras, de los mejores puestos de los gobiernos, de los más productivos negocios, trafican con influencias, poseen impunemente monopolios, son prestanombres, defienden los intereses de los extranjeros en contra de nosotros y de la patria misma.


Entregan por un puñado de “monedas de plata”, nuestras tierras, los bosques, el subsuelo, nuestras aguas, los minerales y el petróleo. Regalan a los extranjeros nuestras islas y la soberanía sobre nuestros mares y costas. Han sido, en estos doscientos años, traidores consuetudinarios de “su patria”. 

La han entregado al mejor postor, por una miserable dadiva y en ocasiones, la han regalado por sumisión. Los que “inventaron a México”, el país de los criollos, jamás lo han amado, respetado y creído en él. Históricamente lo han masacrado, depredado y exterminado. Esta gente siempre tiene disponible en su caja fuerte, por cualquier eventualidad, el pasaporte de su país natal, que le da inmunidad para salir corriendo cargado de sus riquezas mal habidas, empapadas de sangre.


Nos desprecian como seres humanos. Ningunean nuestra cultura ancestral y se burlan de ella. Nos ridiculizan, nada de lo nuestro tiene valor o es digno de ser parte de “ellos” y “su país”. Para ellos somos feos, prietos, tontos, flojos, viciosos, ineptos, “sin aspiraciones”, solo servimos para ser sirvientes, empleados y obreros, masa inconsciente de ignorante consumidores. Mano de obra barata y sumisa, que solo ha aprendido a decir “a sus órdenes patrón, como usted mande jefecita”.


Al excluir nuestra milenaria historia de nuestro recuerdo nos condenan a la angustia y la desolación de la orfandad que se convierte en inseguridad y resignación de vivir “en el aire”, AL DÍA, sin raíz profunda, “sin rostro y corazón verdadero”. Ajenos a nuestro pasado, excluidos del presente, negados en el futuro.


Al destruir nuestras antiguas y sólidas culturas populares, nos deseducan con su perniciosa multimedia y el consumo masivo de sus productos chatarra. Nos hacen vulgares, groseros, mal educados, cínicos, mal hablados, irrespetuosos, incapaces de exigir calidad, servicio y precio.


Y nos victimizarnos y “tirarnos al suelo”, es en cambio, sentir en carne propia la brutalidad de un sistema colonial que no le da ninguna oportunidad ni alternativa posible a la gente del pueblo, porque, justamente es de ella, de su ignorancia y su vulnerabilidad, que ellos pueden explotar, depredar con la mayor impunidad. Son quinientos años saturados de despojo, injusticia y con todas las instituciones, leyes y autoridades en contra de los más débiles e indefensos…los más pobres.


Nos han educado en una sociedad caníbal. Nos forman ignorantes e insensibles en sus escuelas públicas. Cínicos y abusivos, irrespetuosos y corruptos. Transas y mal hechos, informales y perezosos. Nos han formado y educado de esta manera a través de su educación pública y la multimedia, porque así les convenimos, así les obedecemos mejor y les permitimos hacer todas sus arbitrariedades. Porque así nadie protesta en un país de corruptos y ladrones, en donde “el que tiene más saliva traga más pinole”


¿Quién les ha dado tanta autoridad sobre nosotros?


Quién los audita, los enjuicia, los hace cumplir la Ley, quién los hace que entreguen cuentas. Sí unos con otros se tapan y se protegen, se ayudan y se cubren. Luchan entre ellos por el poder y el dinero, los beneficios y los dividendos de la corrupción institucionalizada, pero todos se unen en contra de nosotros, cuando exigimos justicia y respeto a las instituciones.


Esta gente antepone el interés privado al bien común. Para ellos no hay comunidad, fraternidad ni hermandad con nosotros. No les importa y no les interesa nuestro pasado, nuestra sabiduría, nuestra experiencia, nuestra cultura milenaria. Ellos imponen los modelos económicos, políticos, sociales, culturales y religiosos a su beneficio e interés particular. Siempre importan las ideas, las tecnologías y los modelos del extranjero, primero de España, después de Francia y ahora de Estados Unidos.


Esta gente es insensible e inhumana con nosotros. Nos ha condenado desde hace cinco siglos a la esclavitud, a la injusticia y a la pobreza. Nos han condenado a ser peones acapillados de hacienda, empleados de salario mínimo, empleados de maquiladora y ahora migrantes ilegales. Ellos han diseñado un país pobre con un puñado de gente inmensamente rica. Son avariciosos, abusivos, insaciables: nos quitan los alimentos, las medicinas, la oportunidad de educarnos, la capacidad de organizarnos, el derecho a trabajar dignamente. Ellos son inmensamente ricos y nosotros inmensamente pobres.


Nunca nos han tomado en cuenta en la “construcción de su país”. Nos han hecho patrioteros y nos han enseñado a menospreciarnos, a no creer en nuestra milenaria nación a no creer en nosotros mismos. Nos han negado históricamente la oportunidad de ser dignos, conscientes, dueños de nuestro pasado, afirmados en nuestro presente y confiados en nuestro futuro.


Desde hace cinco siglos nos han enseñado que el gobierno, que debe ser el bien común más valioso e importante de un pueblo, es producto del golpe de Estado, el fraude electoral, de la corrupción. Nos han hecho creer que el gobierno y sus instituciones no son del pueblo y que no pueden servir al pueblo. Que el gobierno es un botín del más corrupto, desde Hernán Cortés hasta Enrique Peña Nieto.


Nos han enseñado a ser despiadados con nosotros mismos, en vez de ser solidarios fraternos. Nos han enseñado a lo largo de la historia que “el que no tranza no avanza”. Ser honrado, decente y correcto es una debilidad e incapacidad de ser “chingón” y triunfador. La norma en el gobierno de “su país” es robar, abusar y sacar provecho de la autoridad, el puesto y la institución.


Esta gente nos ha hecho malinchistas y despreciadores de nuestra cultura ancestral. Nos ha educado como “extranjeros incultos en nuestra propia tierra”. Siempre añorando ser blancos, rubios, de descendencia española o francesa. Ahora, con su multimedia nos están inculcando el ser “gringos de tercera” en vez de mexicanos de primera. A esta gente así les convenimos, así los hacemos más y más ricos, inmensamente ricos e invulnerables. Porque su riqueza es proporcional a nuestra ignorancia. Entre más ignorantes somos, más ricos los hacemos.


¿Quiénes son esta gente, que se ha adueñado de nuestra nación? Quién les ha dado tal autoridad para que dispongan de nuestras vidas, salud, educación y organización. Quién les ha dado la autoridad para despreciar y destruir nuestra cultura e identidad ancestral. Quién los ha facultado para condenarnos a la pobreza, la ignorancia y la injusticia. Quién les autorizó a cancelar nuestro futuro y nuestra condición de seres humanos y pueblo digno y soberano.


¿Por qué lo hemos permitido? Por qué los hemos dejado hacer y deshacer de lo que milenariamente ha sido nuestro. Ya es hora de entender que ellos, los extranjeros nos mintieron, que no fueron los embajadores de Quetzalcóatl. Debemos de gritar, desde lo más profundo de nuestros corazones, un ¡Ya Basta! Y tomar las riendas de nuestro propio destino.


Tenemos que trabajar para el futuro. Para los hijos de los hijos de nuestros hijos. Necesitamos inspiración y sabiduría de nuestros Viejos Abuelos toltecas, para enfrentar el desafío inexorable en la construcción de nuestro destino. No será con el pensamiento y las instituciones del colonizador y de sus amos extranjeros. Deberá ser con la sabiduría y la ancestral cultura propia-nuestra que sigue viva en nuestro banco genético de información cultural. La civilización del Anáhuac nunca desapreció, sigue viva en nuestro interior.


Tendremos que re-construir nuestra ancestral “razón suprema de vida”, nuestra propia visión y nuestra propia racionalidad. DIF. ENTRE UNA Y OTRA? MEJOR RACIONALIDAD Re-fundar una “patria propia-nuestra” con los mejores valores y principios de la ancestral MATRIA (el lugar de la Cultura Madre) de solidaridad, fraternidad y respeto. Con lo mejor de los mil años de esplendor tolteca y la Toltecáyotl pero adaptándolas a los desafíos del presente y los retos del futuro. 



                    Lo difícil no es hacerlo… lo difícil es ¡imaginarlo!




martes, 12 de marzo de 2013

EL CONCEPTO DE “LO CRIOLLO” EN UNA SOCIEDAD COLONIZADA



En general en México y en casi todos los países “latinoamericanos” cuando una persona usa el adjetivo de “criollo” es para afirmar que es “propio, autóctono, del lugar”, por ejemplo: maíz criollo, gallina criolla, perro criollo.

En casos como Venezuela, se llega a sustentar el concepto de identidad nacional en “lo criollo”, de modo que cuando en México afirmamos que “el equipo azteca de fútbol”, en Venezuela se refieren al “equipo criollo”. 

Pues bien, criollo literalmente se refiere a lo contrario. Cuando llegaron los primeros españoles a América y para el caso concreto de México, los hijos de un matrimonio de españoles que nacieran en La Nueva España, eran considerados “criollos”.

En efecto, en el periodo colonial se implementó el Sistema de Castas en donde el primer lugar lo tenían los “gachupines”, es decir, españoles nacidos en España. El segundo lugar era justamente para los criollos, es decir, hijos de españoles nacidos en el Virreinato, por lo cual eran “españoles de segunda” y después todas las demás mezclas hasta "el torna atrás". 

Es decir, que no podía ocupar los puestos más importantes en el Sistema Colonial en la administración pública, en la iglesia, en el ejército, y por supuesto, en la “rancia, clasista y racista” sociedad novo hispana.


Desde los primeros años de la Colonia, primero los conquistadores, y después sus propios hijos y nietos, empezaron a desarrollar un rechazo hacia los españoles que recién llegaban al Virreinato con altos puestos otorgados por la corona española, que los ponían por encima de ellos.

Estos hijos y nietos de conquistadores, así como los primeros colonizadores vieron con frustración que los españoles recién llegados los estaban desplazando, no solo en la administración colonial, sino en el comercio y en general de la vida social de la Colonia.

Influyó mucho en México el intento de traición de Hernán Cortés, quien pretendió traicionar a la corona española y crear su propio reino en el Anáhuac. La historia hispanista echa mucha tierra al asunto para “limpiar la imagen de Cortés”, pero la verdad es que por esta razón se le instruyó el famoso “Juicio de Residencia”, lo que lo obligó a irse a España y dejar su conspiración pendiente.

Pero sucedió que Martín Cortés, hijo del conquistador, también pretendió llevar a cabo los planes paternos y algunos conquistadores que perdieron sus encomiendas y los favores de la corona. 

Recuérdese que para los primeros años de la Colonia, los que verdaderamente tenían la maquinaria de poder en el Anáhuac eran los “aliados de los españoles”, y además, según la cultura militar de los mexicas, quienes eran vencidos se incorporaban a los vencedores en calidad de aliados.


Esto es muy importante tomarlo en cuenta para “re-construir” la Historia del Anáhuac, porque la verdadera conquista comenzó con la caída de México-Tenochtitlán (y sigue hasta la fecha). Los pocos españoles que había, encabezaron ejércitos de anahuacas que eran dirigidos por indígenas anahuacas.


De esta manera las “conquistas españolas” en verdad eran hechas por los ejércitos de aliados, razón por la cual no solo vencieron militarmente, sino lo más importante, hicieron los poblamientos, especialmente en el Norte, pero también en el Sur. La fundación de la ciudad de Oaxaca es un ejemplo de ello con sus “barrios” de Xochimilco, Jalatlaco, San Martín Mexicapan y San Juan Chapultepec, todos por pueblos nahuas del Altiplano aliados de los españoles.


Pero volviendo al punto del concepto criollo, diremos que, los criollos desplazados y resentidos empezaron a engendrar un sentido de identidad frente al gachupín durante tres siglos que culminó con el estallido social llamado con eufemismo por la Historia Oficial, -“Guerra de Independencia”-, es decir, los criollos traicionaron a sus parientes los gachupines y levantaron a los anahuacas en contra de ellos. Cuando Hidalgo dice en Dolores “es hora de matar gachupines” el estallido social da inicio.

Desde el Siglo XVIII criollos como Francisco Javier Clavijero empiezan intelectualmente a construir una “identidad criolla” frente a sus parientes los gachupines. Esta “identidad” se sustenta en que “esta tierra y sus naturales” les pertenecían verdadera y justamente a los criollos, porque sus antepasados habían derrotado y conquistado “al imperio azteca”.

Así pues, “lo criollo era lo original”, lo verdadero, frente a lo gachupín que era “lo de afuera”, lo llegado, lo impuesto, lo “exógeno”. Por eso durante la Colonia y llega de alguna manera hasta nuestros días, existen dos conceptos que aparentan –por la colonización mental y cultural- ser opuestos. Lo criollo frente a los castizo o de Castilla. 

De esta manera existían productos venidos de Castilla, es decir, España, y productos propios de estas tierras anahuacas. Por lo cual tenemos productos criollos frente a los traídos de Castilla. Así se decía, por ejemplo: rosa o nuez de castilla, frente a un maíz criollo.

Sin embargo, tanto en el periodo colonial (1521-1821) como en el periodo neo-colonial (1821-2013), los criollos se han caracterizado por ser ineptos, corruptos, inmediatistas y traidores “a su patria”. Antonio de Pauda Severino López de Santa Anna y Pérez de León, Miguel Gregorio de la Luz Antenógenes Miramón y Tarelo, Carlos Salinas de Gortari y Vicente Fox Quesada, por citar algunos.


La colonización mental y cultural hace suponer al pueblo que “lo criollo” es la perteneciente o nacido de esta tierra, “lo original”. Lo indígena o anahuaca ni siquiera cuentan. Así desaparece la milenaria civilización del Cem Anáhuac y el pasado del país es solo “lo colonial” y en la historia personal todo mundo habla de “los abuelitos españoles”. Muy poca gente en este país se jacta, se enorgullece de ser indígena, y menos aún, anahuaca.


Esto explica por qué en la Historia Oficial de la SEP, los siete mil quinientos años de desarrollo humano de los pueblos originales apenas ocupan algunas páginas de sus libros de historia y, la “Historia Grande de México”, inicia con la caída de la México-Tenochtitlán y es una permanente exaltación de lo hispánico.

El objetivo es borrar de la mente del pueblo a sus Viejos Abuelos y desaparecer o disminuir al máximo a una de las seis civilizaciones más antiguas e importantes del planeta. Es tanto como si en la India, la historia oficial, arrancara con la invasión inglesa, y además, que todos los indios sintieran vergüenza de su pasado y todos presumieran a “su abuelito inglés”. 

Los actuales (mal llamados mexicanos) habitantes de este país, somos cultural y racialmente mestizos. Aquí existe la innegable y rotunda presencia de África y Asia, no solo de Europa. No existe ningún “mexicano puro” y menos un “indígena puro”, eso de la “pureza racial y cultural” es sinónimo de ignorancia y racismo.

Pero no cabe duda que para la gran mayoría de ciudadanos de este país, la influencia más grande de nuestro mestizaje cultural viene de la civilización Madre. Por la colonización cultural, el pueblo ha sido sumido en la ignorancia y desprecio de sí mismo.


Pero debería ser al contrario, los “mexicanos” con mayor influencia cultural anahuaca, en su forma de ver y entender el mundo y la vida, deberían estar más orgullosos que nadie, de ser portadores de este milenario y valioso legado cultural.


El punto es, por una parte, que quienes tienen el poder económico, político, religioso y cultural del país… "casualmente" son los criollos. Y en segundo lugar, que en estos dos siglos se ha creado una ideología criolla, es decir, la que nos lleva a la despiadada explotación y depredación de la gente y los recursos naturales, sin ninguna compasión y con todo el cinismo.


En efecto, la ideología criolla de explotación y depredación vive y mueve a todos los abusivos, deshumanizados y despiadados, sean los pavorosos caciques indígenas, los desculturizados mestizos, los exquisitos criollos o los invisibles extranjeros que solo ven por su interés personal, de grupo político o empresarial y de sus “patrones trasnacionales”.


Porque, “el criollismo”, es una cuestión ideológica y cultural, no racial. Han existido, -y siguen existiendo, extranjeros e hijos de extranjeros que han dado lo mejor de sí, y hasta su propia vida, por la gente y la cultura del Anáhuac, comenzando con Gonzalo Guerrero, Francisco Javier Mina o los intelectuales españoles  refugiados de la Guerra Civil.


Conclusión: el uso del concepto CRIOLLO para referirnos a lo propio-nuestro, es un garrafal error producido por la ignorancia y la colonización mental y cultural. Luego entonces, si “lo propio-nuestro” no es lo criollo, por fuerza necesaria tendrá que ser lo anahuaca o del Anáhuac.