jueves, 8 de agosto de 2013

TRABAJAR PRA EL FUTURO CON LA SABIDURÍA DEL PASADO

 
 
 


“Bienaventurados aquellos que son gloria y fama

de sus antepasados, padres y madres, abuelos y tatarabuelo,

en los cuales floreció la Toltecáyotl en el Anáhuac,

como flores entre sus hijos y fue su alimento, su luz, su alegría”.




 
Desde que en la escuela primaria me enseñaron, que cuando “derrotamos” a los invasores extranjeros en 1520, esta victoria se nos enseñaba como “Batalla de la Noche Triste”, las cosas de la “Historia Oficial de México”, no me eran muy claras o de plano, me parecían que eran solo mentiras y me hacía dudar de ella, como eso de llamarle a la “historia-propia-nuestra”, es decir, aquellos siete mil quinientos años antes de la invasión… “!historia prehispánica!”.


Más tarde, en mi juventud, por “azares de la vida”, llegué como oyente a las aulas de la Universidad Complutense de Madrid a la carrera de Historia de América, la “historia que ellos” explicaban nada tenía que ver con la que “nosotros” conocíamos, entendí que la “Historia Oficial” de cada país es como la misma noticia pero leída en diferentes diarios, lo que se traduce en “historias diferentes” de un mismo hecho.
Indiscutiblemente que fue la obra de Carlos Castaneda, con las enseñanzas de un hombre de conocimiento yaqui las que me permitieron ver las “otras realidades”, y que, los pueblos originarios del Anáhuac tenían una visión diferente y terriblemente impactante del mundo y la vida, como jamás, mente occidental alguna pudo imaginar.
Mi estructura mental colonizada, inflexible, eurocéntrica, moderna y “cientista”, cayó hecha pedazos ante la lógica ancestral de los antiguos hombres sabios del Anáhuac, los tlamatinime. Jamás supuse o imaginé siquiera, que quienes habían construido Monte Albán, Teotihuacán o Palenque, poseían una sofisticada, compleja y solvente visión del mundo y de la vida, que permitió más de mil años de esplendor, es decir, permitió que cientos de “ciudades Estado” vivieran en armonía y equilibrio logrando el nivel de vida más alto (del planeta) para todo el pueblo por más de mil años (200 a.C. a 850 d.C.)
El dogma hispánico de que los pueblos “precortesianos, pre-colombinos o prehispánicos” constituían culturas primitivas, salvajes, caníbales, demoniacas, idólatras, que vivían en el periodo “neolítico de la evolución humana” concebida por Occidente, no me permitió intentar formular preguntas esenciales de quiénes, por qué y para qué, construyeron todas estas maravillosas “zonas arqueológicas”, que aun en ruinas, me dejaban una impresionante sensación de grandeza humana y profunda espiritualidad.
Fue entonces que me avoqué a investigar “la verdadera historia”. No tuve que hacer intrincadas excavaciones arqueológicas o buscar en remotas bibliotecas de incunables, perdidos códices, o entrar a sectas secretas o herméticas. Existe mucho material de lectura sobre el tema, tanto de mexicanos como de extranjeros. Las mismas “fuentes” las encuentra uno en la más modesta liberaría. El punto es solo “la voluntad de querer/hacer”, el requisito es poseer “el vital impulso descolonizador”.
“Eran nuestros abuelos, nuestras abuelas,
nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas,
nuestras tatarabuelas, nuestros antepasados.
Se repitió como un discurso su relato,
nos lo dejaron y vinieron a legarlo
a quienes ahora vivimos,
a los que salimos de ellos.
Nunca se perderá,
nunca se olvidará,
lo que vinieron a hacer,
lo que vinieron a asentar,
su tinta negra, su tinta roja,
su renombre, su historia, su recuerdo.
Así en el porvenir
jamás perecerá, jamás se olvidará,
siempre lo guardaremos
nosotros, hijos de ellos.”
(Fernando Alva Ixtlilxóchitl)
 
Así me llevé muchos años de afanosas y fascinantes lecturas. Otro elemento, tal vez, el más revelador fue mi trabajo como Promotor Cultural con comunidades indígenas. Pero estos contactos ya  estaban en otro contexto, es decir, estaban “en vías de descolonización”. Sabía que existía en las comunidades toneladas de sabiduría y conocimiento ancestral “literalmente increíbles”, y sobre todo, que eran resguardados celosamente de los ojos y mentes modernas-colonizadoras.
“En vano nací,
en vano vine a salir aquí, en la tierra;
soy menesteroso,
si bien he salido, si bien he nacido.
Digo ¿qué haré?
Cantares mexicanos.
 
Pero lo más impactante fue el sistemático, profundo y responsable trabajo que realicé en las montañas de Huautla con “La Abuelita Mazateca” con los hongos alucinógenos durante diez años. En efecto, la cilosibina me permitió “conectar o activar” neuronas que posibilitaron la percepción del conocimiento de manera no ordinaria (mover el punto de encaje). Otro conocimiento con otra realidad se descubrió ante mi búsqueda, el ser humano y el mundo, como la sumatoria de pequeñas cargas de energía compuesta por miles de millones de células con conciencia individual de Ser… ¡extraordinario y verdaderamente increíble!
“Hay reverdecer de jades,
hay brotar de plumas de quetzal,
¿son tu corazón, Dador de la vida?
Nadie dice que a tu lado queda en orfandad.
Tú eres invocado.”
Cantares mexicanos.
 
La visión “occidentalizada” de un desarrollo lineal, materialista y modernizador, sustentado en el paradigma de la superioridad de la “raza blanca”, la religión judeocristiana, que los pueblos y la Naturaleza estaban a la libre disipación de los más fuertes, más ricos y mejor armados, para la producción, comercio y consumo. Que en el dinero se encuentra la realización humana, que el engaño, el abuso y la violencia justifican el triunfo comercial, político e ideológico. Que la Naturaleza era un “objeto inagotable” de recursos para hacer negocios. Que el mundo entero a través de la democracia representativa, las sociedades anónimas, la iniciativa privada, la publicidad y el desarrollo económico alcanzarían la felicidad humana en el consumismo. Todos esos dogmas de la modernidad y el capitalismo se hicieron polvo ante la visión del mundo y la vida de la milenaria Toltecáyotl.
“He llegado aquí
yo, Yohyontzin,
solo anhelo las flores,
he venido a deshojarlas aquí en la tierra,
deshojo la flor del cacao,
deshojo la flor de la amistad;
…” Cantares mexicanos.
 
En efecto, cuando se logra “concebir otras posibles realidades”. Cuando se entiende que durante miles de años, en diferentes partes del planeta, millones de seres humanos construyeron “realidades diferentes con mentalidades, categorías y valores diferentes”, pero todas estructuradas por una visión sagrada y espiritual del mundo y de la vida, se da uno cuenta de que se vive con “los ojos cerrados” y totalmente “alineados” a una visión necrófila que llamamos “modernidad”. Que el dinero, la producción y el consumo, así como la explotación de los seres humanos y la depredación de la naturaleza, -vamos-, el culto al “becerro de oro”, son justamente lo inhumano, antinatural y lo retrógrado de nuestro mundo y de nuestro tiempo.
“Vengo buscando tu hermoso canto,
Lo hago bajar.
Amigos nuestros,
Haya alegría,
Conózcase la amistad.”
Cantares mexicanos
Y es en este punto en donde la Toltecáyotl juega un papel fundamental para cambiar la forma de “entender la realidad  y el bien vivir”. No se trata de “crear una nueva filosofía”, por el contrario, se requiere que como hijos de los hijos de una de las civilizaciones más antiguas del planeta, que busquemos “elementos culturales ancestrales en su acervo” para re-funcionalizarlos y diseñar una sociedad que sustente, el desarrollo en el ser humano, en la comunidad y éstos armónicamente con la Naturaleza. En el equilibrio, la justicia y el bienestar. En síntesis, una “racionalidad” diferente a la del colonizador-colonizado de los últimos cinco siglos. Una racionalidad que tenga como objetivo sustantivo el respeto, la preservación y desarrollo de la vida en cualquiera de sus expresiones, con especial énfasis en la niñez y la Naturaleza.
“Vengo buscando tu hermoso canto,
lo hago bajar.
Amigos nuestros,
haya alegría,
conózcase la amistad.”
Cantares mexicanos.
 
No se trata de “volver al pasado idílico” o soñar con “el futuro utópico”, por el contrario, el desafío está en “el aquí y en el ahora”, con lo que somos, con lo que tenemos y con lo que verdaderamente queremos ser, como individuos, como familia y como pueblo. Romper el dogma colonial que nos empobrece y nos degrada, que nos conduce a la deshumanización y a la destrucción de la vida, que nos “invita/seduce” a ser otro “explotador/moderno”. Recuperar nuestro verdadero rostro, nuestro corazón verdadero y re-andar el milenario camino. Volver a ser lo que hemos sido durante miles de años y hemos seguido siendo en estos últimos cinco siglos, pero de manera “inconsciente”, a ciegas y tropezones.
“Como a jades,
como a joyeles,
anchas plumas de quetzal,
así aprecio tus bellos cantos,
padre nuestro, Dios, Dador de la vida.
Con ellos me alegro,
con ellos bailo
en el lugar de los atabales,
en el interior de la casa de la primavera,
…” Cantares mexicanos.