jueves, 1 de octubre de 2009

PSICOLOGÍA DEL MEXICANO


Es un tema muy trillado con demasiados “sitios comunes”. En general esto de la “psicología del mexicano” es más una “bacinica mental”, que un estudio serio y descolonizado para tratar de entrever -el rostro y el corazón verdadero- del pueblo de este país, que indebidamente le han llamado “México” (*).

Desde que Samuel Ramos escribió “El Perfil del hombre y la cultura en México” en 1934, y posteriormente en 1950 Octavio Paz escribió “El Laberinto de la Soledad”, se ha tratado de explorar los, al parecer, “insondables” adentros del “Ser del mexicano”. En general, lo escrito refleja una pequeña península del enorme continente que implica “el Ser mexicano”.

El problema surge desde el origen. No se ha definido que en verdad es “lo mexicano”. En efecto, qué debemos de entender por “el mexicano y lo mexicano”. Porque, este país surge de una de las primeras civilizaciones con origen autónomo del mundo, que durante siete milenios y medios creció, evolucionó y formó un sólido proyecto cultural. Sin embargo, con la conquista y colonia, fue negada brutalmente esta civilización y sus valores, para imponer una cultural colonial, que no española. O dicho de otra forma, los españoles crearon una “cultura colonial española”, que implantaron a sangre y fuego en los territorios invadidos durante tres siglos, sobre la negación “del otro”.

Después de una lucha fraticida entre criollos contra gachupines, los primeros lograron quitarles el poder a los segundos y los expulsaron, creando en el territorio de la colonia un país, como los que se estaban formando en Europa a principios del siglo XIX, pero sin modificar sustancialmente la estructura colonial. Solamente se cambió quien encumbra la pirámide del Sistema de Castas.

En estos doscientos años los criollos en el poder, han desarrollado un modelo neo-colonial, con una delgada epidermis modernizante y seudo democrática, pero que sigue teniendo sólidos cimientos y estructuras coloniales de carácter mental y cultural, que le impiden entrar a la modernidad en calidad de igualdad con las naciones que ayer fueron colonizadoras y hoy se autodefinen como desarrolladas.

En el “México de los criollos” durante dos siglos los que han tenido y tienen el control de las decisiones políticas, económicas y culturales son, por lo general, los descendientes culturales de la conquista y la colonia. Los invadidos siguen en el fondo de la escala social, económica, política y cultural. Ellos no han tenido la oportunidad de expresar y desarrollar los valores de su antigua herencia cultural y menos aún, la posibilidad de crecer y desarrollarse económica y políticamente. Se les mantiene totalmente excluidos, por pobres, por no poseer la “cultura dominante”, por su fenotipo y por rechazar de muchas formas el proyecto de los criollos a través de una vigorosa cultura de resistencia.

Este es el punto. ¿Cuál es la psicología del mexicano?, en un país eminentemente colonial, con un feroz sistema de castas disfrazado y una desmesurada hipocresía social, que no puede ocultar la histórica injusticia social, la exclusión sistemática y el desprecio por la civilización invadida.

A qué tipo de “mexicano se refieren los estudios y ensayos”. A los mexicanos, directamente descendientes –culturalmente- de la civilización del Anáhuac, hablen o no una lengua originaria. Gente que vive en lugares apartados y que trata de evitar “la modernidad y el progreso”, o que viven en “municipios de extrema pobreza”.

Se refieren a los “mexicanos” que Guillermo Bonfil Batalla llamó “indios desindianizados”. Aquellos que rechazan los elementos culturales indígenas que los identifican con los pueblos originarios y que huyen de la pobreza campesina para engrosar los municipios más importantes de su región o los que emigran a los cinturones de miseria de las medianas y grandes ciudades del país.

O será a los indígenas y campesinos que desde la revolución dejaron el campo y que a lo largo de dos o tres generaciones se han vuelto urbanos. Gente que ha podido estudiar y que gracias “al milagro mexicano”, lograron escalar en la pirámide social; y que en el encuentro multi-cultural y multi-racial de las ciudades del país se mezclaron para formar la llamada “clase media”, en la que gracias a la educación superior y a las oportunidades de trabajo, se pudieron mezclar gente de las partes más distantes del país y aún, del extranjero, especialmente de Europa y Medio Oriente, que con sus interminables guerras, desplazaron muchos de sus ciudadanos por el mundo.

O se refieren a los “nuevos mexicanos” que a partir de la década de los años setentas dejaron el empobrecido campo y crearon de la noche a la mañana, ya no “cinturones de miseria”, sino verdaderas “ciudades miseria”, como Netzahualcóyotl en el Edo. de México. Gente educada y adoctrinada por la televisión comercial que perdió totalmente los valores de su cultura campesina y jamás adoptó una cultura urbana.

O serán aquellos “mexicanos” que siempre han tenido el poder económico y político de este país. Extranjeros e hijos de extranjeros que de generación en generación han podido, con mayor o menor capacidad, mantener su estatus de “extranjero”, en un país colonial, en el que el malinchismo y el desprecio a la cultura y fenotipo local han sido permanentemente reforzados y alimentados. Esos “mexicanos” que tienen sus exclusivas zonas residenciales, sus escuelas privadas, sus zonas comerciales, que hablan “en su lengua madre” aunque tengan generaciones de vivir en México. Esos que llaman “nacos” a los que no son como ellos y que no tienen la más mínima compasión y solidaridad social con “los pobres”, pero que cuando viajan a lejanos países a las Olimpiadas o el Mundial de Futbol se disfrazan con grandes sombreros, sarapes multicolores y cantan el "cielito lindo".

A qué tipo de “mexicano” se refirió Octavio Paz o Samuel Ramos. Porque en 1987 Guillermo Bonfil nos reveló la existencia de “dos Méxicos”. Un “México profundo”, que hunde sus raíces culturales en la civilización del Anáhuac, y un “México imaginario”, que nace en la invasión, se desarrolla en la colonia y se nos presenta en el periodo neo-colonial, como una sociedad colonial disfrazada como modernizadora y democrática.

Dice Guillermo Bonfil, que ese “México” no es imaginario porque no exista, sino porque nunca ha tomado en cuenta “al México profundo” en sus sucesivos proyectos frcasados. Es imaginario, porque la gran mayoría de personas que viven en este país, tienen más cercano en “su ser y hacer”, la matriz civilizatoria indígena, aunque conciente e inconcientemente la rechacen.

Volviendo al punto. ¿Cuál es entonces la psicología del mexicano? O más bien, de que tipo de “mexicano” queremos hablar.

En general, el vencedor escribe la historia. Pero además: tiene el poder económico, político, cultural y social. Impone sus verdades y sus valores, y por supuesto, su Ley. El vencedor tiene “LA VERDAD” en sus manos, además de los medios masivos de difusión y el sistema educativo.

Y dentro de “estos Méxicos” existen muchos otros Méxicos. Porque podemos hablar de un “México español”, un “México” libanés, un “México” judío, Un “México” inglés, un “México” francés y por supuesto, de un “México” norteamericano. Son estos “Méxicos” los dueños del poder económico y político. Ellos, los que se manejan con una IDEOLOGÍA CRIOLLA, son los que han dirigido “su país” desde 1821 al fracaso. Siempre pelando entre ellos y buscando alianzas con el extranjero, soñando que los capitales foráneos los hagan ricos, entregando la mano de obra de los “naturales y sus recursos naturales a cambio de su perversa y corrupta “sociedad anónima”.

Desde otra perspectiva, son los “mexicanos” que integran ideológicamente el “México imaginario”, los que toman las decisiones en el campo económico y político, ellos son los forjadores del mito del “mexicano incapaz, acomplejado, impotente y frustrado”, porque a lo largo de estos dos siglos, ellos han sido los: inseguros, corruptos, mediocres, traidores, explotadores, “poquiteros”, cobardes. Estos “mexicanos” son los que han llevado a “su país” a la quiebra, a pesar de contar con un pueblo milenariamente solidario-trabajador y contar con una inmensa riqueza natural. Un ejemplo muy claro es que en este año 2009, la economía mexicana ocupara el último lugar en desempeño a nivel de Latinoamérica, por debajo de Haití y Trinidad y Tobago.

Los Iturbide, los Santa Anna, los Miramón y los Mejía, los Limantour Marquet, los Salinas De Gortari, los Fox Quezada o los Carlos Slim, los Calderón, por citar a unos cuantos “mexicanos”, que a lo largo de estos doscientos años, son los que han dirigido a este país llamado “México”.

Cuál es entonces la psicología del mexicano, la de Agustín de Iturbide o la de Vicente Guerrero, la de José Yves Limantour Marquet o la de Emiliano Zapata Salazar, la de Carlos Slim Helú o la de Ramiro Guillén (**).

Existe en México un poderoso Sistema de Castas disfrazado hipócritamente. En el que aproximadamente un 10 % de la población posee cerca del 40% de la riqueza nacional y que en general, esta integrado por gente descendientes de extranjeros. Un puñado de familias controla económica y políticamente el país, igual que en la época colonial.

Del otro lado, otro 10% integrado por lo que el INEGI reconoce como “indígenas”, porque aceptan voluntariamente en el censo, hablar una lengua indígena. Aunque sabemos que muchos “indígenas” hablantes de sus lenguas maternas no reconocen públicamente, que son hablantes de una lengua original por temor a la discriminación. Este 10% posee el 1% de la riqueza nacional.

En medio queda una masa informe de “mestizos”. No solo entre indígenas y europeos, porque aquí también están presentes los africanos y los asiáticos de manera contundente. Estos mestizos, por lo general, presumen a sus antepasados extranjeros y muy pocos a su raíz indígena. Su memoria histórica es muy corta o de plano no existe. Son hijos de la “modernidad”, de la moda, de la televisión, la radio, la comida rápida, los productos chatarra y piratas, incansables “soñadores del sueño americano”.

¿Cuál es entonces la psicología del mexicano? La de los intelectuales y académicos euro céntricos, la de los hombres de negocios pro estadounidenses, la de los indígenas mayas del EZLN, la que conforma el voto duro del PRI y el PRD en la zonas urbanas, la de los campesinos de la CNC, la de los maestros del SENTE, la de las legiones armadas y trabajadores al servicio de los narcos. A qué tipo de “mexicano” se refiere esta psicología.

Y qué decir de los México-norteamericanos, de los niños y jóvenes que están naciendo, creciendo y estudiando en Estados Unidos. Cada día son más y están más educados en escuelas y universidades del primer mundo. Una nueva clase de “mexicanos” que tienen la nacionalidad estadounidense pero el corazón firme y fuertemente enranciado en el Anáhuac, y que en algunos casos hablan hasta tres idiomas. Porque hoy, más que nunca, debemos de tener muy presente que esos diez millones de mexicanos que están en el “Norte”, están manteniendo no solo a casi la mitad de los mexicanos pobres, sino que son la fuente de divisas más segura que sostienen la “economía nacional”.

Cuál es entonces el verdadero rostro y el verdadero corazón de las mayorías en este país. Del ciudadano común, del que gana entre dos y cinco salarios mínimos, del que viaje en autobús y en el metro. Del que integra ese 80% de “mexicanos” que no son “indígenas y miserables, ni tampoco de ese 10% de privilegiados que descienden de extranjeros. De los “famosos mestizos”.

Efectivamente somos -como todo el mundo-, una mezcla de mezclas, cultural y racialmente pero, tenemos una milenaria raíz. Eso es indiscutible. La mayoría somos hijos –cercanos o lejanos- de una de las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo de la humanidad. No somos un pueblo nacido apenas hace dos siglos (***) o dos milenios, tenemos ocho milenios de experiencia y sabiduría acumulada y sistematizada en el desarrollo humano que nos da una personalidad que nos distingue en el mundo. Somos un pueblo con una importante y valiosa cultura que le ha dado muchos regalos al mundo. Nuestro mestizaje hunde sus raíces más profundas en esta tierra que nos dio la vida, el sentir, el sabor, el olor, el color, el contacto con “el otro”, la comunidad y la naturaleza.

Esta raíz milenaria no se refiere a un fenotipo. Es en cambio “un sentir”. Una forma de interpretar el mundo y la vida. Una forma de percibir y dar significado a todo, comenzando por la gracia de estar vivo y consiente para intuir lo “inconmensurable”.

Es un sentimiento profundo y telúrico, que no tiene palabras, ni idioma, bandera o ideología. Es “un darse cuenta” encapsulado en un instante hundido en la eternidad.



(*) Desde el siglo XVIII los historiadores como Francisco Javier Clavijero, en su “Historia Antigua de México” apunta que el nombre correcto de esta milenaria tierra era El Anáhuac. Y en 1813, José María Morelos convoca en Chilpancingo al Primer Congreso del Anáhuac, para debatir que rumbo tomaría la revolución en lo que en ese momento era El Virreinato de la Nueva España.
(**)“Si quieren que dé mi vida para que nos hagan caso se las doy”, sentenció ayer el dirigente campesino Ramiro Guillén antes de prenderse en fuego frente al palacio de gobierno en Xalapa, México. Hoy, en horas de la mañana murió debido a quemaduras en el 90% de su cuerpo. Primero de octubre 2008 El Universal.
(***) Todos los países sustentan su orgullo en su lejano pasado, no importa que sea reciente como Inglaterra o Francia, o antiguo como China o India. Lo extraño es que la ideología criolla en México, niega la validez y la existencia del legado antiguo del Anáhuac, que sigue vivo, presente y vigente en toda la sociedad “mexicana”. Para la ideología criolla –“lo prehispánico”- se acabó en 1521 y el México moderno nada tiene que ver con ese pasado.

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