En general en México y
en casi todos los países “latinoamericanos” cuando una persona usa el adjetivo
de “criollo” es para afirmar que es “propio, autóctono, del lugar”, por
ejemplo: maíz criollo, gallina criolla, perro criollo.
En casos como
Venezuela, se llega a sustentar el concepto de identidad nacional en “lo
criollo”, de modo que cuando en México afirmamos que “el equipo azteca de
fútbol”, en Venezuela se refieren al “equipo criollo”.
Pues bien, criollo
literalmente se refiere a lo contrario. Cuando llegaron los primeros españoles
a América y para el caso concreto de México, los hijos de un matrimonio de
españoles que nacieran en La Nueva España, eran considerados “criollos”.
En efecto, en el
periodo colonial se implementó el Sistema de Castas en donde el primer lugar lo
tenían los “gachupines”, es decir, españoles nacidos en España. El segundo
lugar era justamente para los criollos, es decir, hijos de españoles nacidos en
el Virreinato, por lo cual eran “españoles de segunda” y después todas las
demás mezclas hasta "el torna atrás".
Es decir, que no podía
ocupar los puestos más importantes en el Sistema Colonial en la administración
pública, en la iglesia, en el ejército, y por supuesto, en la “rancia, clasista
y racista” sociedad novo hispana.
Desde los primeros
años de la Colonia, primero los conquistadores, y después sus propios hijos y
nietos, empezaron a desarrollar un rechazo hacia los españoles que recién
llegaban al Virreinato con altos puestos otorgados por la corona española, que
los ponían por encima de ellos.
Estos hijos y nietos
de conquistadores, así como los primeros colonizadores vieron con frustración
que los españoles recién llegados los estaban desplazando, no solo en la
administración colonial, sino en el comercio y en general de la vida social de
la Colonia.
Influyó mucho en
México el intento de traición de Hernán Cortés, quien pretendió traicionar a la
corona española y crear su propio reino en el Anáhuac. La historia hispanista
echa mucha tierra al asunto para “limpiar la imagen de Cortés”, pero la verdad
es que por esta razón se le instruyó el famoso “Juicio de Residencia”, lo que
lo obligó a irse a España y dejar su conspiración pendiente.
Pero sucedió que
Martín Cortés, hijo del conquistador, también pretendió llevar a cabo los
planes paternos y algunos conquistadores que perdieron sus encomiendas y los
favores de la corona.
Recuérdese que para
los primeros años de la Colonia, los que verdaderamente tenían la maquinaria de
poder en el Anáhuac eran los “aliados de los españoles”, y además, según la
cultura militar de los mexicas, quienes eran vencidos se incorporaban a los
vencedores en calidad de aliados.
Esto es muy importante
tomarlo en cuenta para “re-construir” la Historia del Anáhuac, porque la
verdadera conquista comenzó con la caída de México-Tenochtitlán (y sigue hasta
la fecha). Los pocos españoles que había, encabezaron ejércitos de anahuacas
que eran dirigidos por indígenas anahuacas.
De esta manera las
“conquistas españolas” en verdad eran hechas por los ejércitos de aliados, razón
por la cual no solo vencieron militarmente, sino lo más importante, hicieron
los poblamientos, especialmente en el Norte, pero también en el Sur. La
fundación de la ciudad de Oaxaca es un ejemplo de ello con sus “barrios” de
Xochimilco, Jalatlaco, San Martín Mexicapan y San Juan Chapultepec, todos por
pueblos nahuas del Altiplano aliados de los españoles.
Pero volviendo al
punto del concepto criollo, diremos que, los criollos desplazados y resentidos
empezaron a engendrar un sentido de identidad frente al gachupín durante tres
siglos que culminó con el estallido social llamado con eufemismo por la
Historia Oficial, -“Guerra de Independencia”-, es decir, los criollos
traicionaron a sus parientes los gachupines y levantaron a los anahuacas en
contra de ellos. Cuando Hidalgo dice en Dolores “es hora de matar gachupines”
el estallido social da inicio.
Desde el Siglo XVIII
criollos como Francisco Javier Clavijero empiezan intelectualmente a construir
una “identidad criolla” frente a sus parientes los gachupines. Esta “identidad”
se sustenta en que “esta tierra y sus naturales” les pertenecían verdadera y
justamente a los criollos, porque sus antepasados habían derrotado y
conquistado “al imperio azteca”.
Así pues, “lo criollo
era lo original”, lo verdadero, frente a lo gachupín que era “lo de afuera”, lo
llegado, lo impuesto, lo “exógeno”. Por eso durante la Colonia y llega de
alguna manera hasta nuestros días, existen dos conceptos que aparentan –por la
colonización mental y cultural- ser opuestos. Lo criollo frente a los castizo o
de Castilla.
De esta manera
existían productos venidos de Castilla, es decir, España, y productos propios
de estas tierras anahuacas. Por lo cual tenemos productos criollos frente a los
traídos de Castilla. Así se decía, por ejemplo: rosa o nuez de castilla, frente
a un maíz criollo.
Sin embargo, tanto en
el periodo colonial (1521-1821) como en el periodo neo-colonial (1821-2013),
los criollos se han caracterizado por ser ineptos, corruptos, inmediatistas y
traidores “a su patria”. Antonio de Pauda Severino López de Santa Anna y Pérez de
León, Miguel Gregorio de la Luz Antenógenes Miramón y Tarelo, Carlos Salinas de
Gortari y Vicente Fox Quesada, por citar algunos.
La colonización mental
y cultural hace suponer al pueblo que “lo criollo” es la perteneciente o nacido
de esta tierra, “lo original”. Lo indígena o anahuaca ni siquiera cuentan. Así
desaparece la milenaria civilización del Cem Anáhuac y el pasado del país es
solo “lo colonial” y en la historia personal todo mundo habla de “los abuelitos
españoles”. Muy poca gente en este país se jacta, se enorgullece de ser
indígena, y menos aún, anahuaca.
Esto explica por qué
en la Historia Oficial de la SEP, los siete mil quinientos años de desarrollo
humano de los pueblos originales apenas ocupan algunas páginas de sus libros de
historia y, la “Historia Grande de México”, inicia con la caída de la
México-Tenochtitlán y es una permanente exaltación de lo hispánico.
El objetivo es borrar
de la mente del pueblo a sus Viejos Abuelos y desaparecer o disminuir al máximo
a una de las seis civilizaciones más antiguas e importantes del planeta. Es
tanto como si en la India, la historia oficial, arrancara con la invasión
inglesa, y además, que todos los indios sintieran vergüenza de su pasado y
todos presumieran a “su abuelito inglés”.
Los actuales (mal
llamados mexicanos) habitantes de este país, somos cultural y racialmente
mestizos. Aquí existe la innegable y rotunda presencia de África y Asia, no
solo de Europa. No existe ningún “mexicano puro” y menos un “indígena puro”,
eso de la “pureza racial y cultural” es sinónimo de ignorancia y racismo.
Pero no cabe duda que
para la gran mayoría de ciudadanos de este país, la influencia más grande de
nuestro mestizaje cultural viene de la civilización Madre. Por la colonización
cultural, el pueblo ha sido sumido en la ignorancia y desprecio de sí mismo.
Pero debería ser al
contrario, los “mexicanos” con mayor influencia cultural anahuaca, en su forma
de ver y entender el mundo y la vida, deberían estar más orgullosos que nadie,
de ser portadores de este milenario y valioso legado cultural.
El punto es, por una
parte, que quienes tienen el poder económico, político, religioso y cultural
del país… "casualmente" son los criollos. Y en segundo lugar, que en
estos dos siglos se ha creado una ideología criolla, es decir, la que nos lleva
a la despiadada explotación y depredación de la gente y los recursos naturales,
sin ninguna compasión y con todo el cinismo.
En efecto, la
ideología criolla de explotación y depredación vive y mueve a todos los
abusivos, deshumanizados y despiadados, sean los pavorosos caciques indígenas,
los desculturizados mestizos, los exquisitos criollos o los invisibles
extranjeros que solo ven por su interés personal, de grupo político o
empresarial y de sus “patrones trasnacionales”.
Porque, “el
criollismo”, es una cuestión ideológica y cultural, no racial. Han existido, -y
siguen existiendo, extranjeros e hijos de extranjeros que han dado lo mejor de
sí, y hasta su propia vida, por la gente y la cultura del Anáhuac, comenzando
con Gonzalo Guerrero, Francisco Javier Mina o los intelectuales españoles refugiados de la Guerra Civil.
Conclusión: el uso del
concepto CRIOLLO para referirnos a lo propio-nuestro, es un garrafal error
producido por la ignorancia y la colonización mental y cultural. Luego
entonces, si “lo propio-nuestro” no es lo criollo, por fuerza necesaria tendrá
que ser lo anahuaca o del Anáhuac.
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