“No
necesariamente lo antiguo es primitivo”
Tláloc no puede ser “el dios
del agua” para la elevada y milenaria civilización del Anáhuac.
Casi las mismas ideas y
descripciones que hicieron de la civilización del Anáhuac a principios del
Siglo XVI los conquistadores españoles, sigue prevaleciendo en pleno Siglo XXI.
Los textos escritos por Hernán Cortés o Bernal Díaz del Castillo, que no fueron
historiadores o investigadores y que fueron escritos desde una perspectiva muy
limitada y prejuiciada se mantienen inexplicablemente como “fuentes históricas”
fidedignas.
Tanto los escritos de gente
ignorante como los conquistadores, así como gente fanática como los misioneros
hasta la fecha son testimonios “irrefutables” de cómo era la civilización
invadida y de cómo se realizó la conquista.
Para analizar el grado de
desarrollo de las dos civilizaciones y poder comparar sus niveles y alcances,
partamos de la base de la noción de “tiempo y espacio”. Para los europeos de 1492 era que la Tierra
era plana y que el tiempo en que la Tierra gira en torno al Sol era de 365 días
cerrados (Calendario Juliano).
A diferencia de la
percepción anahuaca de que la Tierra era redonda, que estaba integrada en un
sistema solar y que la Tierra giraba en torno al centro de la galaxia en 25625
años y que el tiempo en que la Tierra gira en torno al Sol era de 365.2520
días.
Estos datos demuestran
claramente el nivel de desarrollo, consciencia y percepción del mundo y la vida
de las dos culturas. El ser y el estar, el aquí y el ahora. La descolonización
de la historia es más que necesaria para poder reconocernos a nosotros mismos
en toda nuestra cabal dimensión y recuperar “nuestro rostro propio y nuestro
corazón verdadero”, dejando atrás “lo que escribieron” los invasores y lo que
“siguen escribiendo” los neocolonizadores.
Cada una de las seis
civilizaciones Madre, es decir, las más antiguas con origen autónomo contaron
con una “pirámide de conocimiento” que explicaba el mundo y la vida, definiendo
sus más elevados propósitos, conocimientos que fueron elaborados a lo largo del
tiempo y a través de experiencias sistematizadas. En el vértice superior de
todas ellas encontramos lo que en Occidente llaman “filosofía”. Un conjunto de
ideas muy elevadas, con contenidos abstractos y complejos que pretenden explicar
el mundo y la vida, proponiendo un fin o propósito social supremo como civilización.
En un segundo nivel inferior
se encuentra la visión religiosa de esta primera concepción abstracta. Una
serie de historias y dogmas que explican de manera sencilla a un mayor número
de personas, las “verdades abstractas del pensamiento filosófico” y que ayudan
a dirigir al pueblo en la misma dirección del propósito social ancestral compartido.
En un tercer nivel se
encuentra la visión del mundo y la vida que tenían en general la base de la
pirámide social. Para nuestra civilización los “masehuales” o merecidos del
sacrificio de las divinidades creadoras. Esta visión es dirigida por el
pensamiento filosófico, pero explicado a través de la religión por medio de
mitos, símbolos, rituales, tradiciones, fiestas, usos y costumbres.
Otro elemento que se debe
tomar en cuenta para “decodificar” la información que hoy se tiene de la
sabiduría ancestral del Anáhuac, es que a lo largo de más de tres mil años, los
tres niveles de conocimiento sufrieron sensibles cambios y modificaciones en el
tiempo y en el espacio. Especialmente los últimos 81 años de relativo poder que
tuvo el imperio mexica en el Altiplano Central y parte de la costa del Golfo de
México.
En efecto, no era la misma
percepción de Tláloc en el Altiplano Central en el periodo Clásico del
esplendor por los toltecas, que en el periodo Postclásico decadente por los
mexicas. Lo mismo se puede aplicar a la religión Católica. No es la misma
percepción del Espíritu Santo en el Siglo XVI, que la que actualmente se tiene.
Una de las distorsiones
creadas, impulsadas y mantenidas por la colonización cultural, consiste en
hacer pensar que los mexicas son el sumun o pináculo de la civilización del
Anáhuac y que además, que fueron vencidos por un puñado de “valerosos
españoles” gracias a la superioridad de su cultura, religión y armamento.
Totalmente falso y doloso.
Mucho tenemos que re-descubrir,
re-interpretar y re-pensar los anahuacas del Siglo XXI sobre nuestra Cultura
Madre, para poner punto final a la colonización mental y cultural en que hemos
sido sometidos estos casi cinco siglos y que nos han condenado a la más
aberrante ignorancia, la de ser “un extranjero ignorante en su propia tierra”.
Tláloc no puede ser “el dios
del agua” para la elevada y milenaria civilización del Anáhuac. Comenzando
debemos de pensar que un civilización que había “inventado el maíz”, el uso del
cero matemático y que conocía perfectamente la mecánica celeste, para lo que
necesitó de un sofisticado sistema de observación y sistematización del
conocimiento en el que están implicadas las cientos de pirámides construidas a
lo largo de miles de años, no podía ser “adoradora del agua”.
Una civilización que
percibía el mundo y la vida a través de cargas de energía, que descubrió que el
ser humano, no solo estaba constituido de energía, sino que era el productor de
una energía muy sofisticada a través de su consciencia de ser, no podía -en
esencia-, ser “adoradores del agua”. Aunque el agua es vital, no solo para la
vida humana, sino para la vida en todo el planeta. El agua es solo un símbolo,
así como “la paloma” es solo un símbolo para la religión católica.
Nuestra civilización Madre
manejó la percepción del mundo y la vida en general, a partir de que la unidad
se componía a través del equilibrio de los opuestos complementarios, es decir,
la “dualidad divina”, Ometeótl. De esta dualidad divina se desprenden un par de
opuestos complementarios (o hijos). Tezcatlipoca rojo (Xipe-Totec),
Tezcatlipoca blanco (Quetzalcóatl), Tezcatlipoca azul (Tláloc), y Tezcatlipoca
negro. Que representan además los cuatro rumbos de la existencia en el Tlatipac
o superficie terrestre.
A su vez, en el plano de la
existencia humana están simbólicamente el Quetzal (espíritu-arriba) y Cóatl
(materia-abajo); y el tonal (la razón-lado derecho) y el nahual (la intuición-lado
izquierdo), par de opuestos comentarios
con los que construye el mundo que percibimos en sus cuatro direcciones y el
centro u ombligo representando el equilibrio.
Pero existe otra dualidad
divina, Tláloc y Quetzalcóatl en el plano religioso, en dónde el primero
representa la energía luminosa, como ya hemos dicho, es decir, el mundo
constituido por cargas energéticas o mundo atómico y el segundo constituido por
la energía espiritual, la energía más “pura” en el universo la cual es
producida por el desarrollo de la consciencia de los seres vivos, pero en
especial del ser humano.
Tláloc de esta manera, -representado
con el agua-, es un símbolo del mundo “material”. En efecto, la “materia” está
constituida por moléculas, átomos, neutrones, protones, etc., es decir de
ENERGÍA. Y dónde hay agua, la energía luminosa se convierte en energía vegetal
a través de la fotosíntesis y surge la VIDA. De esta manera cuando los Viejos
Abuelos toltecas se refieren a Tláloc, en un nivel filosófico se representa la
energía con que está compuesta “la materia”.
En un sentido religioso, es
uno de los opuestos complementarios con los que se constituye el mundo, como el
Tezcatlipoca azul, hijo de la Dualidad Divina. De esta manera, el ser humano
está constituido de materia (Tláloc-Tezcatlipoca azul) y de espíritu
(Quetzalcóatl-Tezcatlipoca blanco), en este caso como Ehécatl Quetzalcóatl, que
es simbólicamente “el soplo divino que le da conciencia a la materia”. Ehécatl
Quetzalcóatl por consiguiente tampoco es el “dios del viento”.
Los fanáticos y prejuiciosos
misioneros, nunca quisieron entender que los anahuacas no tenían dioses y mucho
menos eran politeístas. Su religión era mucho más antigua que la que traían los
españoles. Además era de origen autónomo y generada por su propia cultura, a
diferencia de la católica que había sido impuesta en la península ibérica por
los romanos al final de su imperio y que a lo largo de la Edad Media sufrió
muchas deformaciones y tergiversaciones.
Los perniciosos y maliciosos
escritos de los misioneros, en primer lugar, tenían como objetivo conocer
(desde su cerrada perspectiva medioeval) la religión de los invadidos para
difundirla entre los misioneros para poderla destruirla eficientemente, el
mismo Sahagún lo afirma en el prólogo de su famosa obra, Historia General de
las cosas de la Nueva España. Y en segundo lugar estos textos no fueron
inspiradas en el respeto y reconocimiento del invadido-vencido. Por el
contrario, condenaron a priori cualquier valor de la civilización de los
pueblos del Anáhuac saturándola de adjetivos negativos.
Los Viejos Abuelos anahuacas
tenían una sola matriz filosófica religiosa común a todas las culturas del Cem
Anáhuac, desde la actual Nicaragua hasta el Norte de los Estados Unidos. Es
decir, eran los mismos preceptos fundamentales, pero iban cambiando de forma,
más no de fondo, según la cultura que los desarrollaba. El fondo está
sustentado en La Toltecáyotl.
Para el caso de Tláloc en la
civilización del Anáhuac, todas las manifestaciones filosóficas-religiosas
partían de la misma matriz, pero cambiaba su nombre por la lengua de cada
cultura y su iconografía, pero mantenían elementos comunes a todas. Para el
caso de Tláloc, todas las representaciones, independientemente de la cultura,
todas tenían una anteojera y una lengua de serpiente.
Para la cultura nahua era
Tláloc, para la cultura maya era Chac, para la cultura zapoteca era Cosijo y
para la cultura totonaca era Tajín. Todas las manifestaciones diferentes en
iconografía y lengua, pero todos significaban filosófica y religiosamente lo
mismo, además de tener en común la anteojera y la lengua de serpiente. Unidad
en la diversidad, pluralidad cultural de carne y hueso.
De esta manera debemos
concluir que la figura simbólica de Tláloc, tiene una génesis filosófica y
varias manifestaciones religiosas. Cada cultura, desde los olmecas en el
Periodo Preclásico (1500 a.C.), pasando por los toltecas del Periodo Clásico
(200 d.C.), hasta los mismos mexicas decadentes del Periodo Postclásico (1519),
mantenían la misma matriz filosófico-religiosa, pero con variantes que les daba
las diferentes lenguas, iconografías, mitos, ritos, de cada cultura en tiempo y
espacio diferentes.
Entender al ser humano
anahuaca inmerso en una lucha interior, en una “Batalla Florida”. Percibido como
una dualidad en busca de un equilibrio entre la energía luminosa y la energía
espiritual, entre el Universo y la Tierra, entre el mundo concreto sustentado
en la razón y el mundo abstracto sustentado en la intuición, nos dan otra
perspectiva y otra dimensión totalmente a las descritas en “las fuentes
históricas” y en la multimedia global de Mel Gipson y su bodrio de Apocalypto
en nuestros días.
Nos devuelve el orgullo
legítimo de ser hijos de los hijos de una de las seis civilizaciones más
antiguas y la que logró el mayor grado de desarrollo para todo su pueblo. Nos
obliga a soñar, imaginar, diseñar y construir un mundo con los principios y
valores que guiaron el Periodo de Esplendor que duró más de mil años (200 a.C.
a 850 d.C.). Nos invita a investigar cuál fue el más elevado y milenario
propósito social de nuestros nobles y sabios antepasados, para actualizarlo e
implementando en el mundo en el que hoy estamos viviendo.
Es evidente para toda
persona consciente que es necesario replantear el camino que hemos seguido
estos cinco siglos. El fracaso de la sociedad colonial y neocolonial es más que
evidente. El futuro está en el conocimiento y revaloración plena de nuestro
pasado.
2 comentarios:
Me dejó sin palabras. Excelente forma de ver las cosas, esa relación complementaria entre el Tonal y el Nahual; Quetzalcóatl y Tláloc (Lo que conocemos como las 4 cámaras).
La forma filosófica de ver a Tláloc es tan, ¿como decirlo?, "Avanzada", pues no fue sino hasta que Albert Einstein propuso su teoría sobre la relatividad: Materia - Energía; Tiempo - Espacio.
Excelente, orgásmico.
Apoyo en calificar al texto como orgásmico!!!
Tendrá algún escrito sobre el concepto del infinito en el México Antiguo? Me encantaría leerlo! Saludos cordiales.
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