... entre las muchas ilusiones
con que nos alimentamos, una de las no menos funestas es la que nace de suponer
que nuestra patria es homogénea. Levantemos ese ligero velo de la raza mista que se extiende por todas
partes y encontraremos cien naciones que en vano nos esforzaremos hoy por
confundir en una sola.
Ignacio Ramírez
Congreso Constituyente de 1857
Es una ilusión de criollos pensar
que vamos a hacer una democracia en este país sin resolver el problema que nos
ha legado una historia de colonialismo, que estamos renovando constantemente y
que reaparece con peores rasgos, que son los de la discriminación racial, que
existe todavía de una manera lamentable y agudísima en Chiapas y en todas las
regiones donde hay frontera entre los pueblos indios y los no indios.
Pablo González Casanova
Junio de 2000
PRESENTACIÓN
Quienes de un modo u otro hemos tratado de acercarnos a la
comprensión, estudio y, en lo posible, al impulso de las reivindicaciones sobre
derechos de los pueblos indígenas, hemos desembocado inevitablemente en el mar
de la libre determinación de los pueblos y de la autonomía como expresión
concreta y actual.
Si así ha sucedido no ha sido por efecto de elucubraciones
teóricas, sino por el empuje decidido de los propios pueblos y organizaciones
indígenas. En sus movilizaciones, declaraciones y, sobre todo, en su
cotidianidad, los pueblos indígenas han venido apuntalando su supervivencia
como pueblos en el ejercicio de la autonomía y han entendido que ésta señala,
además, el camino hacia la superación de la dominación cultural que enmarca sus
vivencias de subordinación social, económica y jurídica.
Las implicaciones que el conjunto de reivindicaciones y prácticas
autonómicas poseen van mucho más allá del mero debate sobre los mecanismos de
distribución territorial del poder. Tienen que ver con una reconsideración
radical del marco de convivencia en sociedades culturalmente diversas; con la
ruptura del dogma de la unidad de poder y de ordenamiento jurídico que ha
acompañado la creación y consolidación del estado liberal y la cultura del individualismo
posesivo; con la impugnación del concepto y del sentido mismo del poder político;
con la construcción de alternativas que se enfrentan al “fin de la Historia” sustituyendo
a sus hegemónicos protagonistas por hacedores de pequeñas e infinitas historias.
Hablamos de una respuesta desde la raíz a un proyecto civilizatorio
que ha construido y sigue manteniendo estados monoculturales, monocivilizatorios
y excluyentes, cuyo sustento ideológico es el de un liberalismo inconsecuente
con sus propios fundamentos pues rompe con el principio de igualdad al no
reconocer la igualdad entre las distintas culturas.
Todas estas cuestiones aparecen con claridad en el contexto
mexicano, donde sin duda se ha generado una de las experiencias más ricas y
complejas por lo que a la lucha por el reconocimiento de la autonomía de los
pueblos indígenas se refiere.
El debate alrededor de la autonomía en México, y en general
sobre los derechos de los pueblos indígenas, es especialmente rico por varias
razones: 1) porque no se trata sólo de una discusión académica o de política
institucional, sino que han sido los propios implicados los que se han situado
en el centro del debate logrando difundir sus planteamientos; 2) porque se
trata de un proceso que se ha ido nutriendo de constantes e intensas
experiencias prácticas: frente a la lentitud y al bloqueo de los procesos de
reforma normativa e institucional, se han ido sucediendo formas de “autonomía
de hecho”, de
“autonomía sin permiso”. Es el caso de los municipios autónomos
zapatistas en Chiapas, o el de comunidades de Guerrero y de Oaxaca, por citar algunas
de las experiencias más conocidas; 3) porque ha recogido con nitidez las
cuestiones capitales del debate, y entre ellas la referida al sujeto del
derecho y la escala de la autonomía, esto es, el ámbito subjetivo y, con él,
territorial, al que deben referirse las demandas y las propuestas que se efectúen.
La obra de Francisco López Bárcenas es parte integrante del contexto
descrito y explica con claridad el conjunto de cuestiones mencionadas, además
de muchas otras. Y por “obra” no me refiero solamente al texto que estas líneas
presentan: este libro, no es un producto más de reflexión y estudio académico,
sino expresión de una actitud vital, de una obra de vida.
En lo que escribe Francisco no sólo hay análisis: hay experiencia,
hay compromiso, hay preocupación y esperanza. El texto se sumerge de lleno en
las cuestiones centrales del debate sobre los derechos de los pueblos indígenas
en México. Partiendo de la configuración jurídico-internacional de los pueblos
indígenas, de su reconocimiento en tanto que pueblos y de la dimensión del derecho
a la libre determinación, nos conduce al modo en que el estado mexicano ha concebido
a los pueblos indígenas a lo largo de su historia. Tras ello, el libro nos
acerca al sentido de la rebelión zapatista y al debate jurídico-político que la
misma ha sabido generar.
Finalmente, después de radiografiar los férreos límites que el
derecho y el estado han impuesto a los procesos de subjetivización política de
los pueblos indígenas en México, el libro concluye con una reflexión sobre la
construcción de las autonomías indígenas, más allá del estado, más allá del
derecho. Nos habla de las razones, de los sujetos, de sus contenidos y
procesos. Nos habla de la fuerza de las autonomías, entendidas no como un objetivo
a alcanzar, sino como permanentes mecanismos de transformación social, de lucha
por una democracia verdaderamente inclusiva para todos y para todas.
Por encima de todo, estamos ante un ejemplo de investigación y
de análisis entendidos como herramientas de lucha, aperos que se emplean para
hacer fértiles terrenos de resistencia y emancipación.
Dr. Marco Aparicio Wilhelmi
Universidad de Girona, España
INTRODUCCIÓN
Uno de los efectos importantes de la rebelión indígena que hizo
explosión en enero de 1994 en el Sureste Mexicano fue descubrir a la nación algo
que por mucho tiempo se había mantenido oculto, como algo vergonzoso: la
existencia en el Estado mexicano de pueblos indígenas. Gracias a ella, lo
indígena perdió su carácter denigrante con que se le cubrió por muchos años y
se vistió de un ropaje digno, en donde una parte importante de la población mexicana
podemos reconocernos como lo que somos y siempre hemos sido: mexicanos, sí, pero
antes que eso individuos pertenecientes a formaciones culturales diversas,
existentes antes de la creación del Estado moderno y por tanto con todos los
derechos que la Constitución, las leyes y, en general, el sistema jurídico
mexicano garantiza a todos sus ciudadanos, pero también con derechos
colectivos, derivados precisamente de nuestra pertenencia a un pueblo indígena
específico, los cuales hasta ahora continúan sin reconocimiento constitucional
y legal.
Otro de sus efectos inmediatos fue abrir los espacios y crear el
ambiente necesarios para que los pueblos indígenas, sus organizaciones, sus
comunidades, sus líderes, sus representantes, y hasta los estudiosos del tema
nos pusiéramos a reflexionar sobre las demandas de los pueblos indígenas y la
forma de estructurarlas, de manera que presentaran unidad y coherencia a nivel
nacional, con ejes centrales en torno a los cuales giraran todas ellas. No es
que antes de la rebelión zapatista no se hubiera hecho; se hizo y de muchas maneras,
pero siempre fue una actividad tangencial, fuera de la agenda de los grandes problemas
nacionales. No porque así lo quisieran los actores, sino porque no existía el espacio
para hablar de esos temas y cuando se hacía sonaba hasta antipatriota, como
algo que atentaba contra la unidad nacional.
Como consecuencia de este proceso, que se dio en los días
posteriores al levantamiento y floreció durante los diálogos de San Andrés Larráinzar
entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el Gobierno
federal, los miembros de los pueblos indígenas de México, sus organizaciones,
sus comunidades, sus líderes, sus representantes, y los estudiosos del tema,
resolvimos dos aspectos fundamentales para nuestro futuro: reclamar al gobierno
mexicano nuestro reconocimiento pleno como colectividades con derechos específicos
y englobar todas nuestras demandas en una sola: la autonomía indígena. Esta decisión
fue respaldada por los propios pueblos indígenas en la Consulta sobre Derechos
y Cultura Indígena, organizada en el año de 1995 por la Secretaría de
Gobernación y el Senado de la República, y ha sido ratificada en las asambleas
nacionales del Congreso Nacional Indígena y sus similares en los Estados, hasta
convertirse en la bandera de lucha de los movimientos indígenas de nuestro
país.
El reclamo de los pueblos indígenas de México por el reconocimiento
de su derecho a la autonomía por parte del gobierno y la sociedad adquirió tanta
importancia que se convirtió en la manzana de la discordia entre el EZLN y el
Gobierno federal; asimismo ha sido motivo para organizar matanzas masivas como
la de Acteal, en el año de 1997. También para mantener el acoso sobre pueblos que
han decidido caminar ese camino.
Las Juntas de Buen Gobierno y los caracoles zapatistas; la
policía comunitaria y el municipio autónomo en Suljá –Amuzgos- en el estado de
Guerrero; los mixtecos de San Pedro Yosotatu y los triquis de San Juan Copala, en
Oaxaca. Entre otros. También la usa el gobierno para negar la legitimidad y
procedencia de los reclamos indígenas. Por último la usa la sociedad civil, en
apoyo a dicho reclamo, muchas veces de buena fe, pero sin un real conocimiento
de lo que significa.
Estas son algunas de las razones que nos han llevado a escribir
las siguientes líneas. En ellas se recogen muchos de los textos que en su momento
fueron presentados como artículos periodísticos o análisis de coyuntura en
revistas especializadas, porque de lo que se trata es de armar un documento una
visión de conjunto sobre el tema. Es como si se construyera una casa más grande
a partir de los materiales que componían varios jacales.
En el primer apartado se hace referencia a las condiciones
políticas y sociales en que se presenta la emergencia de nuevos sujetos
sociales que reclaman ser reconocidos sujetos de derechos; después de ello
analizamos la manera en cómo se pasó de concebir los derechos humanos
únicamente como individuales, a los de minorías y de ahí a los colectivos,
entre los que ubicamos los derechos de los pueblos indígenas. Enseguida
hablaremos de la autonomía como derecho aglutinador de otros derechos colectivos
y las características que ésta asume en el contexto mexicano. Otro apartado versará
sobre el trato legislativo que se ha dado a los derechos indígenas en nuestro
país y su situación actual. Uno más contiene un análisis de las diversas
propuestas de reforma para reconocer los derechos indígenas en la
Constitución. En el siguiente se describen algunos augurios sobre
el futuro de los pueblos indígenas y sus demandas. Y finalizamos con la reforma
constitucional aprobada, su contenido y el por
qué de su rechazo; además de la legislación
sobre derechos indígenas que se aprobó después de ella.
La idea que subyace en el trabajo es que el reconocimiento de
los derechos de los pueblos indígenas y las condiciones para su ejercicio solo
será posible con una profunda transformación del Estado mexicano y para ello es
necesario el concurso del esfuerzo de todos los mexicanos, no sólo de los
pueblos indígenas.
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