“Bienaventurados aquellos que son
gloria y fama
de sus antepasados, padres y madres,
abuelos y tatarabuelo,
en los cuales floreció la
Toltecáyotl en el Anáhuac,
como flores entre sus hijos y fue su
alimento, su luz, su alegría”.
Desde que en la escuela primaria me enseñaron, que cuando
“derrotamos” a los invasores extranjeros en 1520, esta victoria se nos enseñaba
como “Batalla de la Noche Triste”, las cosas de la “Historia Oficial de
México”, no me eran muy claras o de plano, me parecían que eran solo mentiras y
me hacía dudar de ella, como eso de llamarle a la “historia-propia-nuestra”, es
decir, aquellos siete mil quinientos años antes de la invasión… “!historia
prehispánica!”.
Más
tarde, en mi juventud, por “azares de la vida”, llegué como oyente a las aulas
de la Universidad Complutense de Madrid a la carrera de Historia de América, la
“historia que ellos” explicaban nada tenía que ver con la que “nosotros”
conocíamos, entendí que la “Historia Oficial” de cada país es como la misma
noticia pero leída en diferentes diarios, lo que se traduce en “historias
diferentes” de un mismo hecho.
Indiscutiblemente
que fue la obra de Carlos Castaneda, con las enseñanzas de un hombre de
conocimiento yaqui las que me permitieron ver las “otras realidades”, y que,
los pueblos originarios del Anáhuac tenían una visión diferente y terriblemente
impactante del mundo y la vida, como jamás, mente occidental alguna pudo
imaginar.
Mi
estructura mental colonizada, inflexible, eurocéntrica, moderna y “cientista”,
cayó hecha pedazos ante la lógica ancestral de los antiguos hombres sabios del
Anáhuac, los tlamatinime. Jamás supuse o imaginé siquiera, que quienes habían
construido Monte Albán, Teotihuacán o Palenque, poseían una sofisticada,
compleja y solvente visión del mundo y de la vida, que permitió más de mil años
de esplendor, es decir, permitió que cientos de “ciudades Estado” vivieran en
armonía y equilibrio logrando el nivel de vida más alto (del planeta) para todo
el pueblo por más de mil años (200 a.C. a 850 d.C.)
El
dogma hispánico de que los pueblos “precortesianos, pre-colombinos o
prehispánicos” constituían culturas primitivas, salvajes, caníbales,
demoniacas, idólatras, que vivían en el periodo “neolítico de la evolución
humana” concebida por Occidente, no me permitió intentar formular preguntas esenciales
de quiénes, por qué y para qué, construyeron todas estas maravillosas “zonas
arqueológicas”, que aun en ruinas, me dejaban una impresionante sensación de
grandeza humana y profunda espiritualidad.
Fue
entonces que me avoqué a investigar “la verdadera historia”. No tuve que hacer intrincadas
excavaciones arqueológicas o buscar en remotas bibliotecas de incunables, perdidos
códices, o entrar a sectas secretas o herméticas. Existe mucho material de
lectura sobre el tema, tanto de mexicanos como de extranjeros. Las mismas
“fuentes” las encuentra uno en la más modesta liberaría. El punto es solo “la
voluntad de querer/hacer”, el requisito es poseer “el vital impulso
descolonizador”.
“Eran nuestros abuelos, nuestras abuelas,
nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas,
nuestras tatarabuelas, nuestros antepasados.
Se repitió como un discurso su relato,
nos lo dejaron y vinieron a legarlo
a quienes ahora vivimos,
a los que salimos de ellos.
Nunca se perderá,
nunca se olvidará,
lo que vinieron a hacer,
lo que vinieron a asentar,
su tinta negra, su tinta roja,
su renombre, su historia, su recuerdo.
Así en el porvenir
jamás perecerá, jamás se olvidará,
siempre lo guardaremos
nosotros, hijos de ellos.”
(Fernando Alva Ixtlilxóchitl)
Así
me llevé muchos años de afanosas y fascinantes lecturas. Otro elemento, tal
vez, el más revelador fue mi trabajo como Promotor Cultural con comunidades
indígenas. Pero estos contactos ya estaban en otro contexto, es decir, estaban “en
vías de descolonización”. Sabía que existía en las comunidades toneladas de
sabiduría y conocimiento ancestral “literalmente increíbles”, y sobre todo, que
eran resguardados celosamente de los ojos y mentes modernas-colonizadoras.
“En vano nací,
en vano vine a salir aquí, en la tierra;
soy menesteroso,
si bien he salido, si bien he nacido.
Digo ¿qué haré?
Cantares mexicanos.
Pero
lo más impactante fue el sistemático, profundo y responsable trabajo que
realicé en las montañas de Huautla con “La Abuelita Mazateca” con los hongos
alucinógenos durante diez años. En efecto, la cilosibina me permitió “conectar
o activar” neuronas que posibilitaron la percepción del conocimiento de manera
no ordinaria (mover el punto de encaje). Otro conocimiento con otra realidad se
descubrió ante mi búsqueda, el ser humano y el mundo, como la sumatoria de
pequeñas cargas de energía compuesta por miles de millones de células con
conciencia individual de Ser… ¡extraordinario y verdaderamente increíble!
“Hay reverdecer de jades,
hay brotar de plumas de quetzal,
¿son tu corazón, Dador de la vida?
Nadie dice que a tu lado queda en orfandad.
Tú eres invocado.”
Cantares mexicanos.
La
visión “occidentalizada” de un desarrollo lineal, materialista y modernizador,
sustentado en el paradigma de la superioridad de la “raza blanca”, la religión
judeocristiana, que los pueblos y la Naturaleza estaban a la libre disipación
de los más fuertes, más ricos y mejor armados, para la producción, comercio y
consumo. Que en el dinero se encuentra la realización humana, que el engaño, el
abuso y la violencia justifican el triunfo comercial, político e ideológico.
Que la Naturaleza era un “objeto inagotable” de recursos para hacer negocios.
Que el mundo entero a través de la democracia representativa, las sociedades
anónimas, la iniciativa privada, la publicidad y el desarrollo económico
alcanzarían la felicidad humana en el consumismo. Todos esos dogmas de la
modernidad y el capitalismo se hicieron polvo ante la visión del mundo y la
vida de la milenaria Toltecáyotl.
“He llegado aquí
yo, Yohyontzin,
solo anhelo las flores,
he venido a deshojarlas aquí en la tierra,
deshojo la flor del cacao,
deshojo la flor de la amistad;
…” Cantares mexicanos.
En
efecto, cuando se logra “concebir otras posibles realidades”. Cuando se
entiende que durante miles de años, en diferentes partes del planeta, millones
de seres humanos construyeron “realidades diferentes con mentalidades,
categorías y valores diferentes”, pero todas estructuradas por una visión
sagrada y espiritual del mundo y de la vida, se da uno cuenta de que se vive
con “los ojos cerrados” y totalmente “alineados” a una visión necrófila que
llamamos “modernidad”. Que el dinero, la producción y el consumo, así como la
explotación de los seres humanos y la depredación de la naturaleza, -vamos-, el
culto al “becerro de oro”, son justamente lo inhumano, antinatural y lo retrógrado
de nuestro mundo y de nuestro tiempo.
“Vengo buscando tu hermoso canto,
Lo hago bajar.
Amigos nuestros,
Haya alegría,
Conózcase la amistad.”
Cantares mexicanos
Y
es en este punto en donde la Toltecáyotl juega un papel fundamental para
cambiar la forma de “entender la realidad
y el bien vivir”. No se trata de “crear una nueva filosofía”, por el
contrario, se requiere que como hijos de los hijos de una de las civilizaciones
más antiguas del planeta, que busquemos “elementos culturales ancestrales en su
acervo” para re-funcionalizarlos y diseñar una sociedad que sustente, el
desarrollo en el ser humano, en la comunidad y éstos armónicamente con la
Naturaleza. En el equilibrio, la justicia y el bienestar. En síntesis, una
“racionalidad” diferente a la del colonizador-colonizado de los últimos cinco
siglos. Una racionalidad que tenga como objetivo sustantivo el respeto, la
preservación y desarrollo de la vida en cualquiera de sus expresiones, con
especial énfasis en la niñez y la Naturaleza.
“Vengo buscando tu hermoso canto,
lo hago bajar.
Amigos nuestros,
haya alegría,
conózcase la amistad.”
Cantares mexicanos.
No
se trata de “volver al pasado idílico” o soñar con “el futuro utópico”, por el
contrario, el desafío está en “el aquí y en el ahora”, con lo que somos, con lo
que tenemos y con lo que verdaderamente queremos ser, como individuos, como
familia y como pueblo. Romper el dogma colonial que nos empobrece y nos
degrada, que nos conduce a la deshumanización y a la destrucción de la vida,
que nos “invita/seduce” a ser otro “explotador/moderno”. Recuperar nuestro
verdadero rostro, nuestro corazón verdadero y re-andar el milenario camino.
Volver a ser lo que hemos sido durante miles de años y hemos seguido siendo en
estos últimos cinco siglos, pero de manera “inconsciente”, a ciegas y
tropezones.
“Como a jades,
como a joyeles,
anchas plumas de quetzal,
así aprecio tus bellos cantos,
padre nuestro, Dios, Dador de la vida.
Con ellos me alegro,
con ellos bailo
en el lugar de los atabales,
en el interior de la casa de la primavera,
…” Cantares mexicanos.
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