Nací en el seno de una familia “clase media” del Sur de la ciudad de México a mitad del siglo veinte. Mis padres no eran universitarios, pero si gente preocupada por darles a sus hijos una buena educación. En la casa paterna se escuchaba permanentemente música clásica y los libros eran artículo de primera necesidad. Entregados totalmente a la “cultura de las bellas artes europeas”, en la casa, siempre soplaron vientos más que liberales, sino declaradamente “socialistas”. Tengo recuerdos que en casa se reunían artistas e intelectuales y me toco conocer a un amigo callado y taciturno de mi papá, con el que se llamaban mutuamente (no sé por qué) “compañerito”, más adelante supe que era Juan Rulfo.
Estudié en la preparatoria número seis de Coyoacán y tuve maestros de la talla de Enrique González Rojo en ética o a Gustavo Carvajal en derecho, por citar dos, de muchos excelentes maestros. Asistí a la UNAM y tuve que estudiar dos veces (dos) la carrera de Administración de Empresas, debido a una canallada de un compañero “prófugo de seminario”.
Tanto en mi casa como en la escuela, jamás se me enseñó de manera seria a conocer y valorar la civilización del Anáhuac, los toltecas y el México antiguo. Cuando mucho, una “pincelada más”, de la raquítica y tendenciosa información de la SEP y sus malignos libros de texto de historia, que son totalmente hispanistas y colonizadores.
De esta manera, ni mis “cultos padres”, ni mis excelentes maestros, y menos los amigos de mis padres y los propios, me hablaron de la sabiduría de los legendarios toltecas, sus logros y su herencia. Teotihuacán, “los aztecas” y la “historia prehispánica” quedaban atrapados y congelados en frases hechas y conceptos colonizados, repetidos hasta la saciedad –en tono grave de sapientes expertos-, por toda la gente que me educó.
La “gente culta” hablaba de los griegos y romanos, como la fuente y el centro del “universo histórico y cultural de la humanidad”, a la que, “por supuesto, pertenecíamos”. Los “verdaderamente informados”, en ocasiones limitadas hablaban de los egipcios, mesopotámicos, indios y chinos, de manera escueta y muy lejana, no solo en distancia, sino también en tiempo. Eran como civilizaciones “inconexas e inexactas” perdidas en lo más lejano del tiempo baldío.
Así transcurrió los primeros 25 años de mi formación básica. Yo era un clásico producto de mi sociedad, es decir, un colonizador-colonizado, un “extranjero inculto en mi propio país”, un conocedor de lo ajeno y un ignorante de lo propio. Por lo cual decidí ir a “la fuente de mi cultura” y partí a la idealizada Europa de los libros, las ilustraciones y las “conversaciones doctas” que habían creado un altar intelectual. Después de vivir dos años con ellos, me di cuenta que yo era diferente. Ni mejor ni peor, tan solo diferente. Que lo que siempre me hicieron creer; en cuanto a que lo mejor de mi educación venia de Europa, aquí no lo encontré.
De modo que entré en una crisis que tocaba la puerta más escondida e intima de mi identidad. Quién era yo en realidad y de dónde venía, cuál era mi profunda raíz. Al perder la “certeza inconsciente” de mi supuesta occidentalidad, experimente vivencialmente mi vacuidad y falta de raíz. La vida y el destino me llevaron en tal circunstancia a vivir a mi regreso a “Oaxaca la reserva espiritual de México”. Aquí fue en donde comenzó el descubrimiento de mi más antigua y primigenia raíz. En Oaxaca encontré enterrado mi “ombligo cultural” y se inició un trabajo de “adentro hacia afuera”, teniendo que luchar, hasta la actualidad, con una feroz y poderosa venda colonizadora, que nos ha impedido conocer y valorar nuestra antigua historia y por consiguiente, racionalizar nuestra más profunda identidad.
Esto me llevó a plantearme algunas interrogantes, que antes nunca habían pasado por mi colonizada cabeza, seudo-occidental y tercermundista.
Por qué, en la sociedad y la cultura “mexicana” se rechaza la herencia cultural y el fenotipo indígena-anahuaca. Por qué, todo mundo presume “al abuelito español” y siempre se avergüenza de la abuelita indígena. Por qué, en la escuela se le presta poco tiempo e interés académico a los siete milenios y medio de historia indígena-anahuaca, una de las seis más antiguas y con origen autónomo del mundo. Por qué, se proyecta como la cultura más importante y trascendente del México antiguo a los mexicas, si ellos empezaron a tener un relativo poder solo 81 años antes de la caída de Tenochtitlán (1440-1521) y fueron los que transgredieron la sabiduría de Quetzalcóatl y los valores de la Toltecáyotl. Por qué, se desconoce la filosofía que inspiró por muchos siglos el desarrollo cultural del Anáhuac y permitió alcanzar el más elevado nivel de desarrollo humano en el planeta. Por qué, se supone que la sabiduría antigua desapareció totalmente a partir de 1521 y que los descendientes actuales de los anahuacas-toltecas, no tenemos nada que ver con esa milenaria fuente de conocimiento humano. Por qué, suponemos sin meditarlo, que todo lo antiguo es por fuerza necesaria “primitivo”. Por qué, la poca historia antigua que se conoce del Anáhuac se resume a sacrificios humanos, guerras sin fin, idolatría primitiva, atraso e incivilización. Por qué, no existe interés de los estadistas, políticos, maestros, instituciones públicas y privadas, educativas, culturales, empresariales y de medios masivos de comunicación, por investigar, promover y difundir la historia antigua de México, sus valores humanos, sus principios de justicia e igualdad, de su experiencia milenaria en la organización social, en la aplicación de sus conocimientos en la alimentación, la salud y la educación familiar, escolar y comunitaria. Por qué, hemos vivido de espaladas a esta antigua sabiduría y experiencia humana. Por qué, no se nos ha educado desde 1521 en este legado de sabiduría única en el mundo. Por qué, desde 1521 la cultura dominante ha tratado de erradicar, negar, desvalorizar y proscribir a la civilización del Anáhuac, excluyéndola total y completamente de los proyectos de la nación y la patria. Por qué, los más pobres, explotados y excluidos de los “mexicanos” son indígenas-anahuacas. Por qué, en general, la clase pudiente es criolla o descendiente de extranjeros. Por qué, siempre hemos “idealizado” otras culturas, países e historias, y nunca lo más antiguo y “propio-nuestro” que poseemos como herencia milenaria ha sido tomado en cuenta y por consiguiente nada significa en general para el pueblo. Por qué. Por qué ha sido y es así.
Cuál es la causa de que los “mexicanos”, en general, seamos inseguros y violentos, con una pobre autoestima y fanfarrones, vulnerables e incapaces, dóciles ante el explotador y tiranos con los hermanos. Exaltador de la ajeno y denigrador de lo propio. Dispuesto a servir al colonizador y poco solidario con su pueblo. Servil con el extranjero e incapaz de hacer equipo con su propia gente.
Por qué, somos así, en general los “mexicanos”.
Por qué, otros pueblos y culturas mucho más recientes y sin origen autónomo, ellos si se sienten muy orgullosos de su pasado, su historia y su cultura. Especialmente pueblos como los anglosajones, iberos, teutones y judíos. Algunos, como Estados Unidos, con vergonzosos crímenes de lesa humanidad, como estallar bombas atómicas en ciudades indefensas, iniciar guerras mundiales, crear campos de exterminio, invadir, explotar y depredar a muchos pueblos del planeta, destruyendo culturas y formas de organización ancestrales, por imponer sistemas políticos y económicos que favorecen sus intereses y amenazan la vida y continuidad de pueblos, culturas, habitad, y hasta la existencia del propio planeta como ser vivo. Y los mexicanos, nos sumamos entusiastas a exaltar furibundamente sus “valores”, que tomamos como propios, a pesar de que en general, estos pueblos nos desprecian y menos precian. Pero haciéndonos sordos y ciegos a su racismo y etnocentrismo, nosotros en cambio seguimos tercamente negando cualquier valor de nuestra civilización Madre. ¿Por qué esta actitud?
Quién la inculcó, por qué la han desarrollado y acrecentado en estos casi cinco siglos de colonización material, mental y espiritual. A quién perjudica y a quién beneficia. Por qué se alienta esta actitud de autoexclusión, desprecio e ignorancia de nosotros mismos, desde el centro del poder económico, político, cultural, educativo y social.
Será por ignorancia, será por malicia, será por interés económico. O de plano por mala suerte o incapacidad. Pero también podría ser porque los “mexicanos” no tenemos capacidad, potencialidad, recursos, dignidad, coraje, memoria o simplemente carecemos de inteligencia. O como afirman nuestros conquistadores-colonizadores, desde Hernán Cortes hasta Carlos Slim…porque somos un pueblo fácil de explotar y controlar.
La pregunta obligada es, “POR QUE NO IDEALIZAR AL ANÁHUAC Y CONOCER A LOS LEGENDARIOS TOLTECAS”… ¿por qué no?
Sí somos uno de los seis pueblos más antiguos de la humanidad, mucho más antiguos que los griegos, romanos, francos, teutones y anglosajones. Y si somos parte del selecto grupo de las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo de la humanidad.
Por qué, si hoy se conoce y difunde a profundidad las enseñanzas de avatares como Jesucristo, Buda, Mahoma, Krishna y Lao tsé, entre otros. Que conforman en muchos casos la identidad, religión y cultura de otros pueblos. Los “mexicanos” de hoy, no investigamos, promovemos y difundimos entre los hijos de los hijos del México antiguo, las enseñanzas de Quetzalcóatl, el gran maestro generador de la Toltecáyotl (la sabiduría o conocimiento filosófico del Anáhuac). Que son tan importantes, valiosas y antiguas como la de los demás pueblos.
Por qué, si actualmente los europeos desarrollados y cultos, están volcándose sobre sus raíces más antiguas, como es la cultura Celta. Buscando una respuesta al mundo míseramente materialista de la modernidad y el capitalismo voraz. Por qué, nosotros no recurrimos a los toltecas y a la Toltecáyotl. Por qué, ellos sí pueden “idealizar” sobre su antigua cultura y hacen literatura, cine, teatro, poseía y música “celta”, que los fortalece y enaltece, dándoles una oportunidad de revalorarse a sí mismos. Nosotros los mexicanos no podemos.
Por qué, no iniciamos la exploración y descubrimiento de lo mejor de nuestra parte indígena-anahuaca, sin excluir la parte occidental que nos conforma. Por qué no iniciamos seria y concienzudamente “la arqueología del Espíritu” para llegar a “la totalidad integradora de nuestro Ser”, ese ser mestizo con su raíz indígena-anahuaca. Por qué, no nos descubrimos a nosotros mismos. Por qué no exploramos y recurrimos al “banco genético de información cultural” que portamos cada uno, de los ahora llamados “mexicanos”.
Por qué, no hacemos valer, por primera vez en la historia bicentenaria de “la patria”, la riqueza y el potencial de ser una civilización milenaria enriquecida por el aporte cultural de los pueblos y culturas de Europa, Asia y África.
O será que esto no ha sido posible desde 1521, por la sencilla razón de que la organización social, económica, política y cultural que se instauró fue la de un férreo y deshumanizado SISTEMA COLONIAL, que ha enriquecido a una minoría en perjuicio de una mayoría. El “descubrimiento, conquista, invasión y ocupación” esta diseñado para favorecer a un puñado de colonizadores extranjeros y sus descendientes ideológicos y culturales. Un sistema en el que pocos tienen mucho y muchos tienen poco. En el que unos mandan y los otros obedecen. En el que unos se suponen superiores-mejores y los otros inferiores-peores.
La pregunta es por qué, si China, que es tan antigua como nosotros, ha iniciado el camino hace 60 años para lograr su plenitud nacional, justicia social y crecimiento económico a través de los valores y principios ancestrales de su civilización, nosotros no lo hagamos de la misma forma. Será que en China los que toman las decisiones son chinos y a favor del pueblo chino, y quien toma las decisiones en México no son “mexicanos” y sus decisiones no favorecen históricamente a los indígenas-anahuacas y mestizos desculturizados. Será que a una elite favorecida del sistema colonial, no le conviene que el pueblo recupere su memoria histórica, el orgullo y compromiso de ser hijos de los hijos de una de las civilizaciones más antiguas e importantes de la humanidad.
Por qué, no idealizar nuestros ancestrales orígenes y sacar de este orgullo y sabiduría, el coraje y compromiso para crear a través de los valores y principios (Toltecáyotl) ancestrales del Anáhuac, una nueva sociedad, justa y humana, como no la hemos tenido en estos últimos cinco siglos. ¿Por qué no?
060410
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