El proyecto “Resplandor teotihuacano” se ha convertido en un “FLAMAZO” que puede “quemar” a más de un personaje de la vida política y académica, comenzando con el candidato presidencial Peña Nieto, seguido de Roberto García Moll y hasta de Alfonso de María y Campos. Una pequeña bola de nieva ha venido creciendo, y hoy se vislumbra, como una avalancha de pronósticos reservados en el traspatio de la vida política de este país de puras vergüenzas.
Sin embargo, podemos tener varias lecturas de este bochornoso escenario “cultural”. En primer lugar resalta la cinco centenaria desvaloración del pasado indígena de México. En efecto, el Estado Criollo neo-colonial sigue negando la existencia y valores de los siete milenios y medio de existencia de la civilización del Anáhuac. “La Batalla de la Noche Triste” sigue cabalgando sobre los libros de texto colonizando las mentes de generaciones y generaciones de niños mexicanos. En nuestra historia oficial, no hay más épica que la de Hernán Cortés y sus secuaces. Los indígenas siguen siendo un lastre para la patria de los criollos liberales y conservadores, que siguen pelando por el poder, en la construcción de “su país”, buscando siempre la alianza política o comercial con el extranjero para vencer a su odiado hermano.
Por otra parte se puede apreciar el nacimiento de un movimiento “azotérico” decadente, que no esotérico”. Que ante el fracaso del paradigma espiritual y material de la civilización occidental, busca crear “nuevos paradigmas con viejas tradiciones”. En la “economía del espíritu”, muchos negocios y gurús de plástico brotan como hongos en temporada de lluvia. De Carlos Castaneda a los cuatro desacuerdos de Miguel Ruiz, han pasado muchos comerciantes del alma, ofreciendo mercancía mágica y misteriosa, como cura fantástica para la oquedad espiritual de la decadente sociedad occidental.
Entre los vándalos “azotéricos” de Tabasco o los vándalos de cuello blanco del Estado de México, no existe ninguna diferencia, ambos, por diferentes caminos e intereses, pasan sobre el patrimonio cultural del Anáhuac, unos haciendo “ceremonias chamánicas” y otros haciendo shows para hacer dinero. Pero ambos, destruyendo y denigrando uno de los patrimonios culturales tangibles, más antiguos de la humanidad. La toltequidad se ha convertido en un negocio; por desgracia, tal vez mañana se convierta en un botín político. Eso, sí sería grave.
Otra ventana del “Flamazo Teotihuacano” es el ridículo que ha hecho la arqueología mexicana. En efecto, la anquilosada y medio cebada “academia” incorporada en el estribo, al carro del poder, dobla incondicionalmente la cerviz ante los gobernantes-empresarios. Burócratas temerosos de ser borrados de la nómina, venden barato su conocimiento y dignidad. Gracias al flamazo se ha desnudado lo que de por sí era cínico y descarado: el uso de las zonas arqueológicas para impulsar un turismo “consumista e ignorante” a través de la privatización del patrimonio cultural tangible.
También es justo subrayar, la defensa de los trabajadores del INAH, que junto con investigadores e intelectuales, están haciendo una digna y honrosa defensa, del patrimonio cultural anahuaca, que el Estado Criollo, siempre ha despreciado.
Finalmente, podemos también apreciar, un mayor interés y conciencia del pueblo de México sobre el patrimonio cultural de la civilización del Anáhuac. No solamente el 21 de marzo en las zonas arqueológicas, “para cargarse de energía”, sino como ahora, que está pendiente del desenlace de esta tragicomedia, en la que por “el flamazo”, pueden salir quemados algunos de los personajes, como los judas en Semana Santa.
Sin embargo, podemos tener varias lecturas de este bochornoso escenario “cultural”. En primer lugar resalta la cinco centenaria desvaloración del pasado indígena de México. En efecto, el Estado Criollo neo-colonial sigue negando la existencia y valores de los siete milenios y medio de existencia de la civilización del Anáhuac. “La Batalla de la Noche Triste” sigue cabalgando sobre los libros de texto colonizando las mentes de generaciones y generaciones de niños mexicanos. En nuestra historia oficial, no hay más épica que la de Hernán Cortés y sus secuaces. Los indígenas siguen siendo un lastre para la patria de los criollos liberales y conservadores, que siguen pelando por el poder, en la construcción de “su país”, buscando siempre la alianza política o comercial con el extranjero para vencer a su odiado hermano.
Por otra parte se puede apreciar el nacimiento de un movimiento “azotérico” decadente, que no esotérico”. Que ante el fracaso del paradigma espiritual y material de la civilización occidental, busca crear “nuevos paradigmas con viejas tradiciones”. En la “economía del espíritu”, muchos negocios y gurús de plástico brotan como hongos en temporada de lluvia. De Carlos Castaneda a los cuatro desacuerdos de Miguel Ruiz, han pasado muchos comerciantes del alma, ofreciendo mercancía mágica y misteriosa, como cura fantástica para la oquedad espiritual de la decadente sociedad occidental.
Entre los vándalos “azotéricos” de Tabasco o los vándalos de cuello blanco del Estado de México, no existe ninguna diferencia, ambos, por diferentes caminos e intereses, pasan sobre el patrimonio cultural del Anáhuac, unos haciendo “ceremonias chamánicas” y otros haciendo shows para hacer dinero. Pero ambos, destruyendo y denigrando uno de los patrimonios culturales tangibles, más antiguos de la humanidad. La toltequidad se ha convertido en un negocio; por desgracia, tal vez mañana se convierta en un botín político. Eso, sí sería grave.
Otra ventana del “Flamazo Teotihuacano” es el ridículo que ha hecho la arqueología mexicana. En efecto, la anquilosada y medio cebada “academia” incorporada en el estribo, al carro del poder, dobla incondicionalmente la cerviz ante los gobernantes-empresarios. Burócratas temerosos de ser borrados de la nómina, venden barato su conocimiento y dignidad. Gracias al flamazo se ha desnudado lo que de por sí era cínico y descarado: el uso de las zonas arqueológicas para impulsar un turismo “consumista e ignorante” a través de la privatización del patrimonio cultural tangible.
También es justo subrayar, la defensa de los trabajadores del INAH, que junto con investigadores e intelectuales, están haciendo una digna y honrosa defensa, del patrimonio cultural anahuaca, que el Estado Criollo, siempre ha despreciado.
Finalmente, podemos también apreciar, un mayor interés y conciencia del pueblo de México sobre el patrimonio cultural de la civilización del Anáhuac. No solamente el 21 de marzo en las zonas arqueológicas, “para cargarse de energía”, sino como ahora, que está pendiente del desenlace de esta tragicomedia, en la que por “el flamazo”, pueden salir quemados algunos de los personajes, como los judas en Semana Santa.
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